Cátedra Jorge Basadre

Blog-Homenaje a la memoria de Jorge Basadre,
Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

martes, agosto 11, 2009

Recado de Jorge Basadre

A diferencia de otros filósofos de la historia, Jorge Basadre tuvo la ventaja de ser historiador y filósofo al mismo tiempo; trabajó en archivos, pero también reflexionó sobre el azar y la necesidad, la temporalidad y el designio históricos. La formación de la conciencia histórica de los jóvenes fue uno de sus objetivos, hasta su muerte acaecida el 29 de junio de 1980

Por LUIS ARISTA MONTOYA

Su filosofía de la historia tiene tres ideas-fuerza engarzadas dialécticamente. La idea de las dos patrias: la "visible" y la "invisible", que la considero como punto de partida; la idea de diferenciación "Perú oficial versus Perú profundo", como punto de llegada; y la de consumación de su pensamiento, que se abre al futuro a través de la apertura de una tercera idea, la de utopía accesible: el Perú-promesa-posibilidad.

Como urdimbre horizontal y tramas transversales a aquéllas, Basadre manejó el concepto de construcción de la identidad peruana que atraviesa como hilo conductor su obra del tiempo largo (Historia de la República, monumental repositorio de la memoria histórica) y del tiempo corto histórico, de acontecimientos y sucesos.

EL MAESTRO

Conocí al maestro en 1976 durante una conferencia sobre la historia y los cancioneros criollos, en el local de la Federación de Periodistas del Perú, en la avenida Abancay de Lima; luego, con más cercanía, en la Universidad del Pacífico; y, meses antes de su muerte, cuando me recibió en su casa de San Isidro para que me asesorara sobre el libro que proyectaba escribir sobre su pensamiento. Nunca, nunca olvidaré su amabilidad.

Uno de sus filósofos favoritos fue Maurice Merleau-Ponty, cuya obra, Lo visible y lo invisible, recomendaba leer porque coincidía con su tesis que sostenía que existe una "fe perceptiva" en lo que vemos, pero al mismo tiempo una oscuridad por descubrir. Es cierto –decía el filósofo francés– que el mundo es lo que vemos y, sin embargo, tenemos que aprender a verlo. Primero en el sentido de que hemos de igualar aquella visión por el saber, hemos de posesionarnos de ella.

Lo visible encubre lo invisible que, generalmente, es lo verdadero y que necesita ser develado; pero lo invisible es muchas veces elusivo, difícil de asirlo intelectivamente, y aquí entra a tallar la intuición del pensador, pero a partir de una apoyatura en los hechos, como hizo Basadre. En lo visible histórico –documentos en los archivos, por ejemplo– pernocta lo invisible (las motivaciones de los actores sociales, sus intereses, sus emociones, sus prejuicios, su ideología, sus pasiones y pulsiones). Pero lo invisible trasunta en lo visible, en la apariencia. A esa reversibilidad la denomina Merleau-Ponty el quiasmo, como idea de que toda percepción va acompañada de una contra-percepción, es acto de dos caras.

LAS PATRIAS

Basadre repensó la visibilidad de la historia oficial que aparecía como verdadera, pero que ocultaba una intrahistoria invisible, desconocida, distorsionada voluntariamente. Descubre la idea de "patria visible" a partir de su traumática experiencia infantil durante el cautiverio de su tierra natal (léase "El Alma de Tacna", 1926), que como producto de la invasión chilena en la Guerra del Pacífico, mutiló el territorio patrio y expropió parte del alma nacional. En sus memorias La Vida y la Historia (1975) se refiere a esta idea de patria como patrimonio tangible heredado de nuestros antepasados; pero también existe una "patria invisible", sustentadora de la primera, producto del sentimiento de pertenencia, como sensibilidad, entendimiento y conciencia histórica; la patria –más allá de toda parafernalia– está dentro de uno mismo, en la mismidad de nuestro ser, en el imaginario colectivo e individual, que necesita de unas representaciones simbólicas (símbolos patrios). La patria es institución imaginaria. Institución que en el Perú aún es muerma, hética (con "h") Por eso la terca apuesta de Basadre por el "Sí" estuvo centrada en la construcción de una identidad nacional abierta sobre la base de una educación para construir una orgullosa conciencia histórica peruana. "Nada más que el Perú, y nada menos que el Perú", sentenciaba.

DISCURSOS

Casi todos los discursos históricos republicanos han construido –por mala fe, ingenuidad o ignorancia– una historia que sólo muestra al "Perú Oficial" (legal, teórico, administrado por un Estado empírico) desde la perspectiva "limeñocentrista", en menoscabo de las naciones del "Perú profundo", de las regiones, provincias y villorrios, de las mayorías. Fue el primero en estudiar a los actores colectivos urbanos y rurales (La Multitud, la ciudad y el campo, 1928), las grandes migraciones. En un artículo de junio de 1943 explica: "A consecuencia del fenómeno de la mutilación de generaciones enteras, allá en la desarticulación del país profundo hay tanta gente vacilante y sin destino, consumida y esterilizada en la bohemia, en la soledad, en la rutina. No hay que dejar a los indeseables el monopolio de la suscitación de esperanzas". Organizar el Estado sobre la Nación: he ahí el ideal. Ya no debe estar la Nación humillada, olvidada, suplantada, absorbida o manipulada por el Estado (escribió en enero de 1980).

La dicotomía epistemológica país legal-país profundo la disuelve en su conceptualización sobre el destino histórico: como promesa, posibilidad y proyecto; en busca de un país futurible, con una utopía alcanzable. Y es en ese sentido que elabora libros programáticos como La promesa de la Vida Peruana (1943), Meditaciones sobre el destino histórico del Perú (1947), Materiales para otra morada (1960) Perú: Problema y Posibilidad (con algunas reconsideraciones 47 años después; 1979); y textos especulativos como El azar en la Historia y sus límites (1973), en que plantea una lectura ucrónica y probabilística de la emancipación peruana, no tal como ha sido, sino tal como habría podido ser, de no haberse producido la traición de las masas y, sobre todo, la traición de las elites que desaprovecharon oportunidades únicas.

RECADO

La conciencia histórica se construye vía educación. Es producto de la toma de conciencia de la afirmación del querer existencia nacional que nos otorga la escuela, la familia, la comunidad; que posibilita, luego, una toma de posición frente a los problemas y dilemas que deben ser solucionados mediante una toma de decisión acertada. El orgullo nacional, la autoestima, son epifenómenos de esa conciencia histórica. Con la asignatura de Historia del Perú queremos formar –dijo Basadre en una conferencia impartida a maestros en 1952– nuevas gentes con conciencia del destino nacional y universal, con fe en lo que puede y debe ser el Perú, con la aspiración de ascender en capacidad y potencia manteniendo, a pesar de todos los obstáculos y a pesar de todas las desilusiones, el respeto de lo que es intangible y la voluntad de cambiar lo que es reformable y la habilidad para coordinar una y otra aptitud... Sabias palabras que aún expresan un recado urgente a estudiantes y maestros. Releamos a Basadre.


DIMENSIONES HISTÓRICAS

La conciencia histórica se sustenta en una dimensión genética acerca de los orígenes históricos (tradición fuerte); en una dimensión geográfica-económica; moralmente, en una dimensión ética y educativa del ser nacional; y, estéticamente, en la dimensión de la educación artística y la revalorización del patrimonio cultural. Basadre coincide con Raymond Aron (véase Dimensiones de la Conciencia Histórica, Francia 1961). La idea de conciencia histórica es un constructo filosófico. La conciencia del pasado –explica Aron– es constitutiva de la existencia histórica. El hombre tiene un pasado siempre y cuando tiene conciencia de tenerlo, porque solo esa conciencia introduce la posibilidad del diálogo y de la elección. Los peruanos y la sociedad peruana portan una conciencia histórica desgarrada, puesto que llevan en sí un pasado que ignoran o conocen a medias. De ahí la importancia de restituir plenamente la enseñanza del curso de Historia del Perú en diálogo con la globalización universal. "Cada sociedad tiene su historia y la rescribe en la medida en que ella misma cambia. El pasado no está definitivamente fijado más que cuando ya no tiene porvenir".


* Publicado en Variedades, suplemento del diario El Peruano, el 3 de agosto de 2009.

El Reportero de la Historia, 9:06 a. m. | Enlace permanente | 2 Comentarios |

martes, noviembre 20, 2007

Una imagen de la Biblioteca Nacional (*)

Por Jorge Basadre

La estampa de la Biblioteca Nacional, tan familiar para los estudiosos hasta mayo de 1943, es ahora un recuerdo que va esfumándose y embelleciéndose con el tiempo hasta que nadie viva para evocarlo. La puerta de entrada abríase a la calle de Estudios; y, al atravesarla, se ingresaba en un claustro con sobrios portales en los cuatro lados y un amplio espacio descubierto en el centro. Era la clásica vista de un convento antiguo lleno de una nobleza que los pretenciosos edificios modernos no suelen tener. A la izquierda, en toda el ala de los bajos, estaba el Archivo Nacional con sus altos y empolvados muebles de madera, llenos de expedientes. La Biblioteca ocupaba sólo el centro y el ala derecha del edificio en ese piso. Una escalera de mármol, también al extremo derecho del patio, conducía a los altos, donde hallábanse las salas de conferencias y de sesiones y la biblioteca de la Sociedad Geográfica, en mi época no muy frecuentada. En ese piso vivió don Ricardo Palma con su familia.

Antes de entrar en dicho establecimiento, hallaba el visitante en los últimos años anteriores al incendio, la columna sobre la que se erige la cabeza del tradicionista, esculpida por Piqueras Cotolí. Un pequeño corredor daba acceso,
a la derecha, a la sala de la Dirección; a la izquierda a un depósito de revistas; y, al fondo, al salón de lectura. La Dirección tenía sólo los muebles necesarios, sin ostentación alguna y en sus estantes de madera guardábanse algunos documentos considerados muy valiosos, como los tomos correspondientes al archivo Paz Soldán, las memorias del general Luis La Puerta y los folletos de la colección Zegarra. Un retrato de don Ricardo Palma, obra de Teófilo Castillo, pendía de la pared, detrás del modesto escritorio del Director. La sala de enfrente, jamás abierta, albergaba colecciones no leídas de revistas europeas, en su mayor parte españolas y francesas, que se repartían en las estanterías insertas en la pared del piso y en un altillo al que se subía por una escalera de caracol perteneciente a la misma armazón. Más el fondo y colindante con el Archivo Histórico, hallábase una segunda sala de depósito, sin estanterías, donde en su suelo estaban hacinadas, en enormes montones, revistas europeas, la desencuadernada mayoría perteneciente a los años posteriores a 1912 y anteriores a 1918. Entre ellos hallé alguna vez El Motín, periódico anarquista de Barcelona, seguramente de la época en que fue Director Manuel González Prada.


(*) Jorge Basadre. La vida y la historia. Lima, 1975, 622 p.

El Reportero de la Historia, 7:22 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

miércoles, noviembre 14, 2007

¿Para qué se fundó la República? (*)

Por Jorge Basadre

El Perú moderno (lo hemos dicho muchas veces) debe a la época pre-hispánica la base territorial y parte de la población; de la época hispánica provienen también la base territorial, otra parte de la población y el contacto con la cultura de Occidente; y la época de la Emancipación aporta el sentido de la independencia y de la soberanía. Mas en esta última etapa, madura asimismo un elemento psicológico sutil que puede ser llamado la promesa.

El sentido de la independencia y de la soberanía no surge bruscamente. Dentro de una concepción estática de la historia el período de tiempo comprendido entre 1532 y 1821 se llama la Colonia. Para una concepción dinámica de la historia, dicha época fue la de la formación de una sociedad nueva por un proceso de rápida “transculturación”, proceso en el cual aparecieron como factores descollantes la penetración de los elementos occidentales en estos países, la absorción de elementos de origen americano hecha por Occidente, el mestizaje, el criollismo y la definición de una conciencia autonomista.

Los americanos se lanzaron a la osada aventura de la Independencia no sólo en nombre de reivindicaciones humanas menudas: obtención de puestos públicos, ruptura del monopolio económico, etc. Hubo en ellos también algo así como una angustia metafísica que se resolvió en la esperanza de que viviendo libres cumplirían su destino colectivo. Nada más lejos del elemento psicológico llamado la promesa que la barata retórica electoral periódica y comúnmente usada. Se trata, de algo colocado en un plano distinto de pasajeras banderías. Aún en los primeros momentos de la independencia así quedó evidenciado. Los llamados separatistas o patriotas entraron en discordias intestinas demasiado pronto, antes de ganar esa guerra, aún antes de empezar a ganarla. Se dividieron en monárquicos y republicanos y los republicanos, a su vez, en conservadores y liberales, en partidarios del presidente vitalicio y del presidente con un período corto de gobierno, en federales y unitarios. Y sin embargo, a pesar de todo el fango que con tal motivo mutuamente se lanzaron, y a pesar de la sangre con frenesí vertida entonces, para todos ellos esa victoria en la guerra de la Independencia al fin lograda después de catorce años, apenas si fue un amanecer. Bolívar y San Martín, Vidaurre y Luna Pizarro, Monteagudo y Sánchez Carrión, por hondas que fuesen sus divergencias, en eso estuvieron de acuerdo.

Las nacionalidades hispano-americanas tienen, pues, un signo dinámico en su ruta. Su antecedente inmediato fue una guerra dura y larga; su origen lejano, un fenómeno de crecimiento espiritual dentro del proceso vertiginoso de la “transculturación” de la civilización occidental en este suelo simbólicamente llamado el “Nuevo Mundo”. Y por eso se explica que en el instante de su nacimiento como Estados soberanos, alejaran su mirada del ayer para volcarla con esperanza en el porvenir.

Esa esperanza, esa promesa, se concretó dentro de un ideal de superación individual y colectiva que debía ser obtenido por el desarrollo integral de cada país, la explotación de sus riquezas, la defensa y acrecentamiento de su población, la creación de un “mínimun” de bienestar para cada ciudadano y de oportunidades adecuadas para ellos. En cada país, vino a ser en resumen, una visión de poderío y de éxito, para cuyo cumplimiento podrían buscarse los medios o vehículos más variados, de acuerdo con el ambiente de cada generación.

En el caso concreto del Perú, sin saberlo, la promesa recogió algunos elementos ya conocidos en el pasado trasformándolos. Los incas para sus conquistas inicialmente procuraron hacer ver a las tribus cuya agregación al Imperio buscaban, las perspectivas de una vida más ordenada y más próspera. Más tarde, incorporado el Perú a la cultura occidental, su nombre sonó universalmente como fascinador anuncio de riqueza y de bienestar. Al fundarse la Independencia, surgió también, un anhelo de concierto y comunidad: “Firme y feliz por la Unión”, dijo, por eso, el lema impreso en la moneda peruana. Y surgió igualmente en la Emancipación un anuncio de riqueza y de bienestar proveniente no sólo de las minas simbolizadas por la cornucopia grabada en el escudo nacional sino también por todas las riquezas que el Perú alberga en los demás reinos de la naturaleza, que el mismo escudo simboliza en la vicuña y en el árbol de la quina. Un fermento adicional tuvo todavía la promesa republicana que el “quipu”, inca y el pergamino colonial no pudieron ostentar porque ambos correspondían a un tipo de vida socialmente estratificada: el fermento igualitario, o sea el profundo contenido de reivindicación humana que alienta en el ideal emancipador y que tiene su máxima expresión en el “Somos libres” del himno.

Lágrimas de gozo derramáronse en la Plaza de Armas de Lima el 28 de julio de 1821; con majestad sacerdotal se sentaron los hombres del primer Congreso Constituyente en sus escaños; heroicamente fueron vertidos torrentes de sangre tantas veces, estentóreos sonaron los gritos de tantas muchedumbres incluyendo las que vocearon su solidaridad con México, Cuba y Centro América amenazados y las que combatieron cantando el 2 de mayo de 1866. Y sin embargo ¡cuán pronto se escucha también en nuestro siglo XIX quejas y protestas, voces de ira y desengaño, recitaciones vacías, loas serviles, alardes mentidos, y se ven al mismo tiempo, encumbramientos injustos, pecados impunes, arbitrariedades cínicas y oportunidades malgastadas!

A pesar de todo, en los mejores, la fuerza formativa e inspiradora de la promesa siguió alentando. Dejarla caer implicó el peligro de que otros la recogieran para usarla en su propio beneficio, quizás sin entender bien que el destino dinámico de estas patrias, para ser adecuadamente cumplido, necesita realizarse sin socavar la cohesión nacional y los principios necesarios para el mantenimiento de su estabilidad. Porque careciendo de otros vínculos históricos, algunos de estos países tienen como más importante en común sólo su tradición y su destino.

En aquel ámbito de la vida republicana sobre el cual resulta posible intentar un juicio histórico, llaman preferentemente la atención dos entre los diferentes modos como se intentó el cumplimiento de la promesa: el debate entre las ideas de libertad y autoridad y el afán de acelerar el progreso material.

El dilema libertad-autoridad no estuvo felizmente planteado por los ideólogos del siglo XIX. Los liberales se dejaron llevar por la corriente de exagerado individualismo que después de la Revolución Francesa surgió en Europa. Tuvieron de la libertad un concepto atómico y mecánico. No miraron a la colectividad como a una unidad orgánica. En las Constituciones de 1823, 1828, 1834, 1856 y 1867 intentaron el debilitamiento del Ejecutivo y pusieron en todo instante una fe excesiva en el sufragio, cuya máxima ampliación buscaron. Por su parte, los conservadores fueron incrédulos ante la ilusión del sufragio, criticaron la acción del Poder Legislativo (léanse, por ejemplo, las páginas de “La Verdad” en 1832 y las notas de Bartolomé Herrera al texto de

Derecho Público de Pinheiro Ferreira) y quisieron fortalecer el Ejecutivo. Pero a veces les caracterizó su falta de espíritu de progreso, su carencia de fe en el país y su poca cohesión. Los liberales, en cambio, tuvieron seducción en su propaganda, optimismo, inquietud por los humildes. Cabe pensar, por eso, que el ideal habría sido “encontrar, una fórmula que recogiendo los matices mejores de ambas concepciones fuese hacia un Estado fuerte pero identificado con el pueblo para realizar con energía y poder una obra democrática” (Son palabras de quien escribe también estas líneas, incluidas en un estudio titulado “La Monarquía en el Perú”, que se publicó en 1928).

El afán exclusivo por el progreso material se plantea por primera vez en gran escala por acción de Enrique Meiggs hacia 1870. Este hombre de negocios norteamericano había vivido en Estados Unidos durante el rápido tránsito de dicho país desde la vida agrícola hacia la vida industrial. Había visto Meiggs, por lo tanto, surgir y desarrollarse aquella exuberancia de energía, aquella actividad casi frenética que siguió a la guerra de Secesión, mediante las construcciones de ferrocarriles, la difusión del teléfono y del cable y las especulaciones osadas de los bancos y bolsas comerciales. Modelar el continente para beneficio del hombre y participar en las grandes ganancias que de allí resultan: ese fue el ideal de dicha época. Meiggs quiso aplicar bruscamente la misma panacea en el Perú. De allí la febril construcción de ferrocarriles, los grandes empréstitos, “el vértigo comercial que arrastró a los hombres de negocios a toda clase de negocios”. Bien pronto sin embargo vinieron la formidable oposición ante la nueva política económica, la tragedia de los hermanos Gutiérrez, la crisis que precedió a la guerra con Chile. La experiencia evidenció así que el desarrollo material del país no debía ser una meta única. Evidenció también que este mismo desarrollo, para ser sólido, necesita basarse no sólo en la hacienda pública sino también en una permanente estructura industrial y comercial, y que en la administración fiscal preciso es dar importancia, al lado del aumento de las rentas y de los gastos, a un maduro y sistemático plan económico.

¿Para qué se fundó la República? Para cumplir la promesa que en ella se simbolizó. Y en el siglo XIX, una de las formas de cumplir esa promesa pareció ser durante un tiempo la preocupación ideológica por el Estado y más tarde la búsqueda exclusiva del desarrollo material del país. En el primer caso, el objetivo por alcanzar fue el Estado eficiente; en el segundo caso, fue el país progresista. Mas en la promesa alentaba otro elemento que ya no era político ni económico. Era un elemento de contenido espiritual, en relación con las esencias mismas de la afirmación nacional. ¿Comprendieron y desarrollaron íntegramente y de modo exhaustivo ese otro matiz de la promesa los hombres del siglo XIX que, por lo demás, no malograron ni la estabilidad del Estado ni el integral progreso del país? He aquí lo que un peruano, también del mismo siglo escribió: “Como individuo y como conjunto, finalmente, el hombre necesita tener un ideal que perseguir, una esperanza que realizar. Por ese ideal y conforme al que se trazan, se hacen los hombres y los pueblos. Cuando carecen de él se arrastran, como nosotros, perezosos, desalentados, perdidos en el desierto, sin luz en los ojos ni esperanza en el corazón. Crearlo digno y levantado y mantenerlo siempre viviente para los individuos y para el conjunto es suprema necesidad de todo el pueblo y misión encomendada a los que lo guían”.


(*) La promesa de la vida peruana y otros ensayos. Lima: Editorial Juan Mejía Baca, 1958.

El Reportero de la Historia, 11:16 p. m. | Enlace permanente | 3 Comentarios |

viernes, julio 20, 2007

Los cachorros y el jefe
El historiador visto por ojos del Siglo XXI *

Dos jóvenes historiadores y un grupo de estudiantes y recién egresados de Historia de San Marcos y la Católica hablan sobre Basadre. La mayoría lo reconoce como un gran ejemplo y solo algunos se atreven a criticar algunos aspectos de su obra. Un diálogo imaginario entre los jóvenes y el viejo maestro.

Eduardo Torres Egresado de Historia (Universidad Católica del Perú), Especialidad: Siglo XVII, 26 años:

“Aunque todo el mundo lo ve como el historiador de la República, él también tiene trabajos fundamentales sobre la época virreinal, como su libro sobre el Conde de Lemos, escrito en 1945. Ahí hace una interpretación magnífica de la Colonia consultando archivos en España, Inglaterra y Alemania. A diferencia de algunos intelectuales de su generación, él leía inglés y consultaba a historiadores extranjeros. Otra cosa admirable es su narrativa simple y clara. Tenía un nivel heurístico perfecto, lo que demuestra su interés por llegar a un gran número de lectores”.

Jannyna Cotrina Estudiante 5to. año de Historia Especialidad: Colonia, 23 años:

“La imagen que tenemos de Basadre es la de un gran historiador de la época republicana, y todo lo escrito por él sirve de base hoy para nuevas investigaciones. En San Marcos lo vemos como un gran estudiante de la universidad, un buen profesor, y también un eficiente director de la Biblioteca Central. Para los historiadores es un gran ejemplo a seguir como lo fue Porras Barnechea. En lo personal creo que una de sus obras más renombradas es "La ciudad, la multitud y el campo en la historia del Perú", un libro que escribió muy joven y que tiene gran vigencia”.

Gladys Vásquez Estudiante 5to. año de Historia Especialidad: Colonia, 22 años:

“Lo que más me impresiona es el proceso de elaboración de sus libros. Esa evolución que tiene a partir de su viaje a Europa, cómo va creciendo como científico social dentro de la ciencia histórica. Yo decidí estudiar historia gracias al ejemplo de Basadre, de Porras, que fueron intelectuales que decidieron hacer ciencia a través de la historia, que buscaron descubrir la verdad y entender el papel de cada individuo en el tiempo. Hay que recordar lo que dice Dilthey: los hechos históricos continúan vivos y la labor del historiador es atraparlos y entenderlos”.

José Ragas Egresado de Historia. Universidad Católica del Perú Especialidad: Historia electoral, 26 años:

“Tanto para quienes estudiamos historia electoral como política Basadre es referencia obligada. Sin embargo entre algunos intelectuales se ha generado una excesiva reverencia por sus trabajos al punto de llegar a pontificar todo lo que dice. Esto no nos permite ir más allá. Hay que tener en cuenta que cuando él escribe su máxima obra, "La Historia de la República", no había muchos archivos disponibles. Por eso, creo que su obra puede ser perfectible. El mejor homenaje que podemos hacerle es ir más allá. Su trabajo debe ser un punto de partida y no un punto de llegada”.

Jorge Huamán Estudiante 5to. años de Historia Universidad de San Marcos Especialidad: Historiografía, 24 años:

“Es un caso peculiar dentro de la historiografía peruana. Es probable que su nacimiento en la Tacna ocupada influyera en su decisión de inclinarse por los estudios republicanos. Eso se evidencia desde sus primeros años de estudiante, cuando se interesa por los problemas limítrofes y participa en las comisiones plebiscitarias. Yo admiro la sencillez de Basadre, sus juicios y reflexiones. Y me quedo con una frase suya, cuando Macera en el libro "Conversaciones con Basadre" le pregunta: ¿Cómo calificaría usted su vida? Basadre responde: "Reconozco que la mía no ha sido la vida de un héroe, pero en todo momento siempre he tratado que sea la de un hombre justo".

Ybeth Arias Egresada de Historia Universidad de San Marcos Especialidad: Monasterios, siglo XVIII, 24 años:

“Una de las cosas fundamentales es que tuvo una visión global de la historia del Perú. Si bien fue influido por su infancia en Tacna, sus reflexiones son muy interesantes, sobre todo sus explicaciones de la continuidad de algunos procesos de la Colonia a la República, y de la formación de las clases dirigentes en el Perú. Uno se da cuenta de la independencia de sus convicciones intelectuales cuando lee "La vida y la historia". Incluso Basadre se percata del papel de la mujer en diversas épocas y regiones, dando pautas de lo que hoy se conocen como estudios de género”.

Oscar Reynoso Estudiante 5to. año de Historia Universidad de San Marcos Especialidad: República, 22 años:

“Trató de plasmar una teoría personal de la historia, y sus temas giraron en torno a las ideas de Nación y Estado en el Perú. Todos sus trabajos son un proceso que apuntan a esa finalidad, a que el Perú fuera una Nación. Es interesante notar como Basadre crea su metodología a partir del aprendizaje del proceso histórico peruano. Mi trabajo por ejemplo se centra en el impacto de la modernidad en el Perú, una idea que ya está en Basadre, pero que a mi juicio falta desarrollar. Es un vacío que buscamos llenar”.

Emilio Candela Jiménez Egresado de Historia Universidad Católica del Perú Especialidad: Historia contemporánea política, 24 años:

“Su importancia radica en que amplía el campo de la historia que en ese momento estaba reducido a hechos militares y políticos. Basadre incluye aspectos sociales, económicos, culturales y cotidianos. También se debe resaltar su labor política e intelectual. Fue director de la Biblioteca Nacional, después del incendio de 1943; fue ministro de educación y antes, a los 28 años, ya había participado en la elaboración del primer estatuto electoral de 1931 que dio el voto secreto. Para quienes nos interesamos por la República Basadre es fundamental. La tarea es continuar esta historia”.


UN LEGADO INELUDIBLE EN EL TIEMPO

Juan Luis Orrego, Historiador (Universidad Católica):

“Basadre pertenece a esa generación de intelectuales que, creo, ya no vamos a ver. Una generación prolífica en una época en que no había computadora, cuando se escribía a mano o a máquina, y se organizaba el trabajo a través de fichas, libretas y cuadernos. Esto le permitió elaborar una información gigantesca. Sus siete ediciones de la Historia de la República así lo demuestran. Cada una de ellas es una revisión de sus ideas, lo que demuestra disciplina, dedicación y frescura.

Otra de sus grandes contribuciones fue plantear el derrotero de la República, fijando sus procesos y etapas. Hoy en nuestros libros y clases seguimos utilizando la terminología que él estableció. "La Prosperidad falaz" (para la época del guano), "La Reconstrucción Nacional" (después de la Guerra con Chile), "La República aristocrática" (los primeros años del siglo veinte), etc. Son nombres inamovibles. En ese sentido su trascendencia es inmensa.

Creo que fue el primer historiador peruano que alcanzó eso que los franceses llaman "la historia total". Y fue también el primer historiador de los grupos populares con su libro "La multitud, la ciudad y el campo en la Historia del Perú". Ahí muestra una precocidad intelectual sin precedentes en América Latina, pues vislumbró en los veinte algo que se materializó en los años cincuenta”.

Gustavo Montoya, Historiador (Universidad Nacional Mayor de San Marcos):

“Lo primero que llama la atención es la vastedad de su obra. No existe literalmente una época a la que él no haya dirigido su atención. Si bien centró su estudio en la República, a partir de ahí organizó todo un programa historiográfico para entender el proceso histórico peruano. Con esto dio una utilidad empírica a la reproducción histórica y una utilidad política al conocimiento histórico. A lo largo de sus ensayos, él sostiene que la Nación peruana podía ser constituida por el Estado. Organizó el conocimiento sobre el pasado de tal manera que actores colectivos diferentes, como los que conforman el Perú, pueden ser vistos como una comunidad dentro de la diversidad. Antes de él muchos veían en esta disparidad un elemento perturbador, pero Basadre interviene en este debate investigando el regionalismo, la trayectoria del Estado peruano, su origen, su evolución, sus componentes ideológicos, etc. Basadre termina elaborando un programa de vida en el que su biografía se confunde con la sociedad a la cual investiga. Es un compromiso ético notable. En él se ve cómo el conocimiento histórico se convierte en utilidad concreta y real, con creatividad, responsabilidad y audacia”.


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

El Reportero de la Historia, 9:25 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

jueves, julio 19, 2007

Palabras en vigencia *

La obra de Jorge Basadre Grohmann es asombrosamente prolífica. Historia, crítica literaria, ensayos sobre la realidad nacional y sus propuestas. Para refrescar la memoria de quienes lo conocen y para los que solo escucharon de él en el colegio, les presentamos algunos fragmentos notables.

En 1956 Basadre publica "Fundamentos de la Historia del Derecho" donde toca un tema crucial en la vida nacional: La corrupción. La cita se refiere al organismo que se creó - con prerrogativas y categoría de Corte Suprema- para investigar por enriquecimiento ilícito al fenecido gobierno de Augusto B. Leguía. La historia parece repetirse.

"El Tribunal de Sanción no creó un precedente y nunca se ha tratado de revivirlo, por más que hayan existido después de 1930 notorios casos de enriquecimiento ilícito. El Perú carece de una legislación eficaz contra ese delito pues la de carácter ordinario peca al respecto de lenta e ineficaz y no puede ser invocada. Si se quisiera en algún eventual momento de revolución nacional, improvisar una legislación extraordinaria, ella correría el riesgo de caer en la arbitrariedad. Lo aconsejable sería que, serenamente, se reformase la legislación ordinaria para hacerla rápida y oportuna".

El estudio de nuestra historia le permitió a Basadre observar problemas persistentes en la vida diaria aplicables a cualquier actividad. A casi 45 años de la publicación de "La Promesa de la Vida Peruana" (julio 1958) nos presenta un cuadro en el que algunos podrían reconocerse y un llamado al cambio. Al que le quede el saco, que se lo ponga.

“La promesa de la vida peruana, sentida con tanta sinceridad, con tanta fe y con tanta abnegación por próceres y tribunos, ha sido a menudo estafada o pisoteada por la obra coincidente de tres grandes enemigos de ella: los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos, han prostituido y prostituyen palabras, conceptos hechos e instituciones al servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos. Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata....Toda la clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos."

Una de las principales preocupaciones de Basadre es el trato que nos damos los propios peruanos. Es un tema recurrente que aparece de una u otra forma a lo largo de su obra, con mayor o menor fuerza. Y cada vez hace un llamado a la reflexión para buscar el cambio, ese que al irse no vio.

"Necesitamos trabajar para que se difunda el ‘querer existencial nacional’ compuesto de cariño, orgullo, comprensión y fe para el propio país. Tal vez porque él no fue demasiado fuerte, tuvimos horas de desgracia en el pasado. Y nada nos dice que el porvenir será idílico en el mundo.

Pero el 'querer existencial nacional' no será posible mientras arda la guerra civil en el alma de los peruanos. El desprecio o el encono entre región y región, entre raza y raza, entre clase y clase abren cortes horizontales en el alma del país para impedir, consciente, o subconscientemente, su integración. La elocuente voz de González Prada que se alzó después de la catástrofe del 79, bien pronto cambió sus imprecaciones contra el invasor en imprecaciones contra hombres, ciudades, instituciones y cosas del propio país. Y más tarde, al llegar hasta nosotros los ecos de las tremendas luchas sociales de nuestro tiempo, esa guerra civil se ha avivado, hasta alcanzar proporciones monstruosas. Agréguese a todo ello, cierto 'complejo de inferioridad', cierta voluptuosidad que hay en algunos para zaherir o difamar a determinados aspectos o matices o épocas de nuestra formación histórica y se tendrá una mediana idea de nuestra presente desorientación". (Extraído de "En torno a la enseñanza de la historia del Perú". Número 5 de la Revista Historia. Volumen 1. Noviembre-Diciembre 1943)

Dicen que la Patria se hizo a caballo, y la hicieron los que cabalgaban junto con los de a pie. A los 25 años Basadre tenía una clara idea de lo que era el Ejército, del papel que debía jugar en la historia y del espíritu de sus integrantes. Una vez más el historiador funge de visionario.

"El Ejército en el Perú no estuvo acompañado por el orgullo de una casta social poderosa que le diera exclusivamente sus elementos. No tuvimos que pasar por la evolución que en Europa han pasado ciertos países desde el ejército nobleza, grado inferior en la evolución de las nacionalidades al ejército nación. Más bien, el cuartel tuvo aquí un carácter democrático. Ello se acentuaría más tarde, cuando desaparecieran las huellas inmediatas de la Independencia, cuando viniera el civilismo. Y luego hubo de ser también a veces el refugio de capacidades que nacieron sin el bienestar, hubo de recular a sus hombres en las clases que sufren. Eso y también la circunstancia de que el militar, siempre que no sea inmoral, no puede llegar a ser rico, mientras el proveedor, el bolsista, el financista, son los únicos que ganan en el Estado sin justicia, son hechos que, a pesar de todas las corrupciones, han de tener incalculable trascendencia en los futuros episodios de la transformación social peruana".

(Extraído de "Bosquejo sobre la clase militar en los primeros años de la República", Mercurio Peruano, año XI Vol XVII, No. 117. Marzo de 1928)

En noviembre de 1979, casi al final de la dictadura militar y muy cerca del final de su vida, Jorge Basadre participa en la XVIII Conferencia Anual de Ejecutivos (Cade) en su natal Tacna. Allí, en un discurso para la historia, hace un resumen de su trabajo y, como no le gustaban las dictaduras, llama "felón" a Francisco Morales Bermúdez. Pero como buen maestro, él quiere enseñar lo que sabe.

“He aprendido también que en el Perú no hay una unidad geográfica, ni racial, ni lingüística; pero que esta comunidad histórica, que enmarca las vidas de todos nosotros querrámoslo o no, se ha ido haciendo penosamente en una marcha multisecular llena de contradicciones y dentro de una realidad multiétnica y una gran pluralidad de características y dentro de una trayectoria que, en tales o cuales momentos, pudo parecer que florecía y en otras ocasiones, en más de una oportunidad, quedó en honda desolación para luego, a pesar de todo, seguir una vez más. En suma, aunque es tan rico y tan complejo el pasado del Perú, lo que importa sobre todo no es lo que fuimos sino lo que, si, venciendo la inextinguible capacidad nacional para buscar la propia agonía espiritual con el yaraví de la autoflagelación y de la autonegación, o para soplar en el futuro del encono, pudiéramos ser si de veras lo quisiéramos”.


El Reportero de la Historia, 9:09 a. m. | Enlace permanente | 1 Comentarios |

miércoles, julio 18, 2007

"Basadre tenía sensibilidad poética"
Entrevista a Estuardo Núñez *

A sus 94 años, lúcido y preciso como pocos, Estuardo Núñez, autor de decenas de estudios sobre historia y literatura peruana, abre sus puertas a El Dominical para compartir sus recuerdos de Jorge Basadre en aquella Lima que tenía apenas medio millón de almas.

¿Usted y Basadre fueron de la misma generación? Bueno, Basadre y yo somos de generaciones distintas pero inmediatas: él nació en 1903 y yo en 1908; había alguna diferencia de edad. Además, yo viví toda mi vida en Lima, me crié en Lima y me formé en Lima. Basadre, en cambio, vivió en Tacna hasta el fin de su niñez, hasta los doce años aproximadamente. ¿Cuándo lo conoció?

Yo lo conocí cuando él ya era un joven de más de veinte años. Era, recuerdo, un joven muy estudioso. Yo lo he visto investigando y leyendo durante horas en la Biblioteca Nacional. El todavía era solo un lector, como yo. Dos años después, la biblioteca se quemó, y a él le encargaron recuperar lo que se pudiera de aquella institución, revivirla y rehacerla en una forma moderna. Pese a la diferencia de edad y sobre todo de intereses, Basadre y yo coincidimos en varios momentos en aquella biblioteca desaparecida. El investigaba la historia, yo investigaba la bibliografía peruana o extranjera referente a los viajeros. ¿Fue su primer contacto con él?

Claro. Fue, digamos, un primer acercamiento superficial. Luego, cuando yo ya era estudiante universitario, en 1928 ó 1929, él entró como profesor de historia a San Marcos. Fue debido a que esa cátedra había estado a cargo de gentes que no eran muy capaces, no eran muy serias con la materia, a excepción de algunas figuras ya consagradas que venían del siglo anterior, como Ricardo Wiese y Riva Agüero, sobre todo. Basadre y otros nuevos profesores dieron un nuevo impulso académico a la historia. ¿En esa época Basadre debió haber conocido a Luis Alberto Sánchez?

Sí. El y Sánchez compartían algunas inquietudes, como la preocupación por la nueva literatura en el Perú, y el interés por la historia reciente, contemporánea de la República. Estos temas no se habían tratado en forma sistemática y ellos se abocaron a eso. Sin embargo, se dieron espacio también para discrepar. Por ejemplo, en torno a la obra de Vallejo. Basadre supo reconocer en "Trilce" a la nueva poesía. Sánchez fue muy receloso con ese libro. Esto es muy significativo, pues Basadre era historiador, pero también tenía sensibilidad poética. El caso de Sánchez es distinto. ¿Hasta cuándo duró en él esa diversidad de inquietudes en Basadre?

Muy poco después, Basadre tuvo el gran tino de restringir sus intereses y dedicarse a su gran obra, que es la historia del Perú republicano. Y no solo me refiero a la colección de casi veinte volúmenes que escribió sobre el proceso de la República en el Perú, si no también a diversos tratados monográficos sobre diferentes aspectos sociales y políticos que habían sucedido en el Perú durante esa época. Me refiero al periodo que va a partir de la Independencia (1821) hasta el siglo veinte. ¿Usted recuerda qué relación tenía Basadre con otro gran historiador de la época, Raúl Porras Barrenechea?

Bueno, estas dos figuras de la intelectualidad peruana empezaron a salir a partir de una renovación de la Universidad de San Marcos, luego de una época un poco oscurantista, opaca, que corresponde a el gobierno de Leguía. Pero hacia 1928 la universidad comenzó a reanimarse y a tener presencia en la vida intelectual del país. Parte de esto fue una renovación de docentes, que permitió la entrada a cátedra de nuevos elementos como Luis Alberto Sánchez, en lo que se refiere a Literatura; Basadre, por su lado, en el área de Historia, y su amigo Raúl Porras Barrenechea. ¿Cuál fue el impacto de sus primeras obras en el ambiente intelectual de la época?

No debemos olvidar que los dos primeros libros de Basadre -que datan de esta época-, "La iniciación de la República", su tesis doctoral, y unos ensayos sobre literatura, causaron conmoción en el ambiente cultural nacional. Lo que pasó es que la gente se dio cuenta de que había nacido un historiador importante, alguien que iba a hacer algo que no lo había intentado nadie, sino en forma muy fragmentaria: registrar históricamente el proceso de la República. No se equivocaron. ¿En qué radicó el éxito temprano de Basadre?

Creo que a él lo ayudaron mucho dos cosas. En primer lugar, apartarse mucho de los problemas de la política menuda, que podrían haberlo atraído como atrajeron a Sánchez, por ejemplo. Por otro lado, él siempre supo alejarse del Perú cuando la temperatura política del país se elevaba; pero esto lo hacía para iniciar la gran obra histórica que se esperaba. Capitalizó, también, la crisis universitaria, que implicó la clausura de la universidad por algunos años, tiempo en el cual él alcanzó ciertas metas personales importantes, como el aprender nuevos métodos de investigación histórica en vigencia en Europa y EE UU, mediante sendas becas. El también trabajó en el área del Derecho. ¿A qué se debió esta incursión académica?

Creo que se cansó de las rencillas académicas, de esos rencores y celos académicos que se encuentran en la universidad. Sintió que estaba perdiendo el tiempo con todo eso. Además, creo que no tenía la capacidad para enfrentar este tipo de problemas; él estaba preparado para otras cosas, posiblemente. Bueno, esto lo llevó a abandonar un poco la Historia y dedicarse al Derecho. Es entonces cuando a él le encargan que regente el curso de Historia del Derecho Peruano. Sin embargo, ello fue como un primer paso de retirada. Porque poco a poco fue dejando San Marcos a partir de esto, para dedicarse íntegramente a su trabajo personal como historiador. ¿Recuerda algún rasgo singular del joven Basadre. Le gustaban los juegos, los deportes, asistía a fiestas con frecuencia...?

No, los deportes ni hablar. Basadre era un negado para los deportes. Yo tampoco practiqué ningún deporte y mire cómo estoy, tengo 94 años (risas). Si Sánchez se dedicó al boxeo fue, sobre todo, para obtener algún ingreso económico como árbitro en las peleas. Yo me dediqué algún tiempo a realizar exámenes grafológicos a la gente, con el mismo fin. Y Basadre colaboraba con artículos en diarios y revistas también por una cuestión de solvencia.


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

El Reportero de la Historia, 9:06 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

martes, julio 17, 2007

Basadre en El Comercio *

La relación entre nuestro más grande historiador -una de las mentes más lúcidas que ha dado el Perú- y esta casa editora fue siempre cordial y fructífera. Basadre publicó en El Comercio decenas de brillantes (y no por eso inaccesibles) artículos en los que habló de todo lo que concierne a nuestro mundo.

Paralelamente a su imprescindible -y cuantiosa- labor como historiador y maestro, Basadre fue un extraordinario escritor de artículos periodísticos. Supo sintetizar con maestría y ampliar su mirada lo suficiente como para tocar temas de interés general. Con un estilo muy cuidado y con un tino y una vastedad de información realmente sorprendentes, nuestro gran historiador ha dejado una serie de artículos brillantes acerca de la historia y el derecho, pero también de la literatura quechua, del constitucionalismo, del valor del libro, del arte de los albores del siglo XX. Sus colaboraciones se lucieron en Variedades, El Mercurio Peruano, la revista Historia, pero sobre todo en El Comercio, donde publicó decenas de ensayos, comentarios, reseñas, notas.

A continuación, una serie de fragmentos de algunos artículos que Basadre firmó para esta casa editora.


"Eventualmente, la originalidad de la vida jurídica funciona también durante el periodo nacional, al lado de un vasto proceso de mera recepción mecánica o selectiva. Por cierto la coincidencia o mezcla de huellas y corrientes diversas de varios orígenes en un medio social peculiar puede producir, por sí sola, situaciones o normas interesantes o sugestivas. Pero de otro lado, además, no dejan de haber en nuestro periodo nacional expresiones histórico-jurídicas con importancia y originalidad". ("La personalidad histórica del Derecho peruano", Lima 07 de mayo de 1989)

"El sistema presidencia, cuyo modelo es Estados Unidos, tiene características bien definidas. El jefe del Estado, políticamente responsable, puede reivindicar su derecho no solo a presidir sino también, y sobre todo, a gobernar. Nombra con entera libertad a sus ministros, sin que intervenga el Congreso. Elegido por el pueblo y no por el Congreso, se halla en permanente y directo contacto con la opinión pública. EL principio de la separación de los poderes se aplica aquí con el mayor rigor posible. No cabe constitucionalmente la disolución de las Cámaras por el Presidente; ellas deben cumplir el término de su mandato electoral" ("En torno al veto presidencial")

"Los nudos hechos con cuerdas de lana particular o de fibra de corteza, esos 'cordeles que manejaban el reino' según la expresión de Guamán Poma. Indicaron no solo estadísticas demográficas, tributarias o administrativas, sino, en manos de especialistas a ellos consagrados, tuvieron un valor nemónico análogo al que tiene el rosario para los devotos del catolicismo. De este modo pudieron acumular los quipus preceptos legales, expresar ordenes y encargos y hasta reseñar sucesos y episodios de la vida de los Incas y de la historia de su Imperio". (En torno a la literatura quechua. 16 de abril, 1935).

"El último cartucho había sido quemado. No se concibe en un hombre del temple de Bolognesi, que había expresado libre, voluntaria y nítidamente su voluntad de ir a la lucha, otra actitud sino la de defender hasta donde humanamente fuera posible, 'palmo a palmo y hasta su límite con el mar', el terreno cuya guarda y defensa le había sido encomendada. (...) Los peruanos perdieron en Arica casi mil hombres, o sea los dos tercios de sus efectivos y el resto cayó prisionero". ("Hasta quemar el último cartucho". Lima, 8 de junio de 1980)

"Al auditorio escolar debe llevársele en la lectura, de lo comprensible al 'oído' hacia lo recóndito y sugerente, de la emoción con 'porqué' periférico, hacia aquella otra diluida, interna, que deja suspendidas del cerebro apasionantes interrogaciones" (El amor al libro. 24 de abril de 1955).


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

El Reportero de la Historia, 9:03 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

lunes, julio 16, 2007

Bellas equivocaciones *

Cuando todavía no se entregaba a fondo a la investigación de la historia republicana, Jorge Basadre se dedico a la critica literaria y la ensayística cultural, demostrando un gran talento que hoy en día no muchos han llegado a conocer.

Antes de que empezara a centrar su trabajo intelectual en estudios historiográficos, el joven Jorge Basadre fue un crítico literario y ensayista dueño de una cultísima prosa que absorbía al lector por su refinamiento y por traslucir una capacidad de análisis como pocas. No es casual que Medardo Vitier también mencione a Basadre en su clásico libro "Del Ensayo Americano" junto a otras personalidades como Jorge Luis Borges. Según el periodista y poeta Mirko Lauer, cuando se lee los textos que escribió Basadre como crítico literario y ensayista cultural uno lamenta que el historiador haya dejado de lado esa faceta: "A pesar de sus innegables méritos como historiador de la república y ensayista de la conciencia nacional, nos podemos dar cuenta que el país perdió a un crítico literario y cultural formidable".

Este insigne representante de la Generación del Centenario (junto a Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez y Jorge Guillermo Leguía) vivó inmerso en el mundo de las letras desde pequeño gracias a la gran biblioteca que poseía su familia en Tacna. Y a los 16 años ingresó a la Biblioteca Nacional como auxiliar, y a los pocos años publicó "Al margen de un libro olvidado. Flora Tristán en el Perú", el primer estudio acerca de la obra "Las Peregrinaciones de un Paria". De esta manera, empezó a escribir críticas sobre la obra de escritores como Vallejo, Eguren o Valdelomar para diferentes revistas, así como ensayos sobre el cine, la radio y otros grandes fenómenos culturales en 1922.

¿Cómo fue el estilo de su prosa en esos tiempos de vanguardia artística y cruentas luchas estudiantiles? ¿qué tipo de obras artísticas eran las que más fascinaban al tacneño? ¿Cuáles eran sus temas más recurrentes?

Hombre de vanguardia

Una de las características más saltantes de la prosa crítica de Basadre fue su visión celebratoria de las vanguardias, de su carácter novedoso y su orientación de ruptura. Prueba de ello fueron sus elogios hacia la obra de José María Eguren y César Vallejo. Esto es lo que dijo a propósito de "Trilce" en el prólogo que escribió para "El Poema de los Cinco Sentidos", de Carlos Alberto González, Basadre dice: "En el momento en que aparece este libro, el movimiento vanguardista peruano no se ha contexturado. César Vallejo lo precedió inmediatamente; sobre todo, en Trilce, donde ya se desarticulan la rima, la métrica, la lógica en aras de una realidad subjetiva, aunque llena de reminiscencias típicamente románticas (el hogar, la madre, el terruño, el dolor cotidiano) que acaso son las más intensas notas de Trilce" (Revista "Jarana", octubre de 1927).

Pero si bien Basadre apreciaba los versos telúricos y expresionistas de Vallejo, tomaba distancia, por ejemplo, de una obra fundamental como la de Abraham Valdelomar, a la cual calificó de incoherente. "Basadre era un esteta, muy preocupado por la forma de lo nuevo. Para él la división entre lo antiguo y lo novedoso era muy tajante, y entonces no le fue muy difícil encasillar a Valdelomar con lo viejo en ese momento", asevera Lauer.

Las nuevas tecnologías

Por esa época, Basadre estaba obnubilado con la aparición de la radio y el cine en Lima. El reconocido intelectual Estuardo Núñez, quien conoció al historiador en sus épocas de estudiante sanmarquino, cuenta que él era todo un "cinemero": "Iba a todos los estrenos de películas, él escribía para periódicos crónicas sobre las cintas que venían de Estados Unidos y Europa". En efecto, el autor de "Historia de la República" compartía junto a otros intelectuales de la época como José Carlos Mariátegui una admiración por la figura de Charles Chaplin. En su artículo "Anverso y reverso del cinema", afirmó que el siglo XX era el de Lenin y de Charlot porque cada uno representaba la sociedad y el arte nuevos. Décadas después volvió a aseverar que el director y protagonista de "Tiempos Modernos" era "uno de los más grandes genios del siglo XX".

Para Lauer, los ensayos que escribió Basadre sobre los nuevos medios de comunicación tuvieron un alcance futurista: "Sus puntos de vista sobre lo que significa el arte cinematográfico son visiones comparables a las que tuvo muchísimos años después Marshall MacLuhan sobre la capacidad de percibir las nuevas tecnologías como extensiones de los sentidos humanos. Es de resaltar también sus apreciaciones de cómo el mundo de lo impreso, así como de lo literario, se veían afectados por los medios de comunicación que empezaron a aparecer".

A pesar del gran legado crítico y ensayístico dejado por Basadre en el campo cultural, su libro "Equivocaciones. Ensayos sobre Literatura Penúltima", editado en 1928, incluye algunos de sus mejores escritos al respecto, no ha sido reeditado y ni siquiera está en la Biblioteca Nacional. El juvenil Basadre que observó con lucidez el arte y la cultura se quedó injustamente suspendido en el tiempo.


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

El Reportero de la Historia, 9:00 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

domingo, julio 15, 2007

Una apuesta por el futuro *

Por Manuel Burga

Un hombre dedicado tercamente a plantear alternativas para el país que lo vio nacer en base al conocimiento de su pasado y en la fe para la solución de sus contradicciones es la imagen que nos presenta uno de sus fieles discípulos.

Don Jorge Basadre, por la coherencia y dimensión de su obra, nos hace recordar a otros grandes intelectuales de épocas cruciales de nuestra historia. El Inca Gracilaso de la Vega, por ejemplo, se preparó casi toda su vida para escribir, casi a los 70 años, sus Comentarios Reales (1609), culminando así un gran proyecto intelectual iniciado en su niñez para responder a las preguntas de sus tíos maternos cuando se lamentaban de la inexplicable derrota. Igualmente, solía decir Luis Alberto Sánchez que la Generación del 900 "heredó el peso de la catástrofe de la Guerra del Pacifico y adquirió el deber, por consiguiente, de analizar exhaustivamente las causas del fracaso y las posibilidades de resurgimiento". Por eso fue una generación auténticamente nacionalista, que resume su esplendor y decadencia en la dramática vida de Francisco García Calderón Rey (1883-1953), familiar e intelectual admirado por Jorge Basadre. A ambos les tocó vivir duras situaciones derivadas de la Guerra. Jorge Basadre pasó su niñez en Tacna (1903-1912), durante el cautiverio, que marcó profundamente su preocupación por la historia y decidió su proyecto: explicar la derrota y mostrar la viabilidad de la República.

Por eso no es extraño que la idea de nación atraviese toda su obra y que, para él, República sea casi sinónimo de ese gran proyecto colectivo común. Pensó la República con sus constituciones, grandes hombres, políticas públicas y guerras, como una organización constructora de la Nación. Desarrolló un inmenso proyecto intelectual, la Historia de la República, como una obra para todos los peruanos, para reconocer las frustraciones del pasado y unirse alrededor de un proyecto común. Desde La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú (1929), pasando por Perú: Problema y posibilidad (1931), hasta la Introducción a las Bases documentales de la Historia de la República (1971), su gran preocupación fue el Perú republicano y la construcción de la Nación.

Don Jorge Basadre, en este afán, como retomando la inspiración de la Generación del 900, pero en una época de menos brillo, de crisis y pesimismo, nunca desmayó en su empeño, ni su lucidez lo llevó a la esquizofrenia y la locura, sino que se mantuvo firme en una apuesta positiva por el Perú. Por eso no se limitó solamente a escribir la Historia de la República, sino que actuó, como docente y funcionario público, en esa misma dirección. Esta conducta la encontramos descrita en su libro Materiales para otra morada (1960), donde aparece el historiador actuando como sujeto o hacedor de la historia. Allí lo encontramos como profesor, bibliotecario, promotor cultural de la OEA y ministro de educación. Basadre siempre invitó a desarrollar la conciencia patriótica en la universidad y muy poco entendieron su mensaje. En su actuación pública utilizó: a) El conocimiento del pasado; b) la nación como posibilidad; c) la necesidad de desaparecer la oposición entre "Perú Oficial" y "Perú Real"; y c) el valor de nuestra diversidad natural y cultural.

Estas cuatro herramientas las encontramos en uso tanto en su actividad de historiador, como en su ejercicio docente y como funcionario público. Su apuesta por un gran proyecto historiográfico, explica por qué Jorge Basadre ha resistido los enormes cambios de las últimas décadas y por qué ahora lo encontramos tan actual. Quizá la coherencia entre su vida y su obra, la terquedad por superar las derrotas y las ocasiones desaprovechadas; su compromiso permanente con el Perú del futuro, con la construcción de otra morada, con una auténtica nación peruana, lo han convertido en un hombre del presente y el futuro en el Perú: un hombre que nos recuerda que la prosperidad repúblicana es aún una promesa por cumplir.


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003


El Reportero de la Historia, 8:57 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

sábado, julio 14, 2007

Retrato íntimo *

Además de ser uno de los intelectuales peruanos más destacados y vigentes, Jorge Basadre Grohmann fue un individuo de intachable calidad humana. Para conocer ese lado personal de la historia -sus sueños, sus relaciones amicales, su infancia, sus pasatiempos- conversamos con su hijo, Jorge Basadre Ayulo.

Hijo único del gran historiador del Perú republicano, Jorge Basadre Ayulo nos recibe en su casa de San Isidro, frente al Olivar. Marcado a fuego por la imagen de su padre (y de sus ancestros historiadores), nuestro entrevistado estudió abogacía para luego especializarse en historia del derecho, materia de la cual es profesor en varias universidades destacadas. No es difícil empezar a hablar del padre en esta casa: su presencia está en la atmósfera, en los libros acomodados en los estantes, en un fino retrato a carboncillo que parece la columna vertebral de la sala.

Tacna-Lima en barco

"En 1912, dos años después de la muerte de mi abuelo, la familia se ve obligada a dejar Tacna", nos cuenta Basadre Ayulo. Sonríe y nos pide que por favor nos acomodemos. Su padre también está en la biblioteca. Hay fotos, recortes periodísticos, lomos de libros. La ciudad del sur no podía ofrecerles ya nada: con la ocupación chilena las perspectivas educativas se habían cerrado por completo. Un barco los llevó de Arica al Callao. Basadre fue matriculado en el Colegio Alemán (hoy Humboldt), donde estudió toda su secundaria hasta el penúltimo año: la institución fue cerrada (temporalmente) porque el gobierno alemán había caído en manos de los nazis y el muchacho tuvo que trasladarse al Guadalupe para culminar su secundaria. Era 1918.

La experiencia en San Marcos le cambió la vida, tanto así que prácticamente no se desligó jamás de la universidad. "El nunca vaciló", comenta al respecto su hijo, "nunca tuvo dudas vocacionales. Apenas ingresó a San Marcos inició su trabajo de catalogación en la Biblioteca Nacional y sus apuntes sobre la historia". En San Marcos Basadre ofrecería luego su primer gran discurso, "La multitud, la ciudad y el campo", frente al entonces presidente Augusto Leguía, quien dos años antes lo había encarcelado. "A pesar de que muchos compañeros le sugirieron un ataque frontal al presidente, él prefirió realizar un discurso constructivo, que miraba el pasado y proponía cosas", acota Basadre Ayulo mientras acomoda sus anteojos y revisa una serie de antiguos apuntes escritos a mano.

Historia privada

"Fue un muy buen padre, siempre atento, siempre cercano. Me llevaba al cine todos los fines de semana. Me mostraba su biblioteca, me sugería libros, pero nunca me obligaba a leer". Según relata su hijo, Basadre tenía un estilo de vida ordenado y entregado a su trabajo. Se despertaba a las siete de la mañana. Tomaba un desayuno muy frugal y escribía en la biblioteca hasta la una de la tarde. Almorzaba, tomaba una pequeña siesta y a las tres volvía a la escritura -o la lectura- hasta las seis. A esa hora, invariablemente, se iba al cine ("a la vermouth") o se preparaba para alguna cena de compromiso. "Eso sí, trabajaba también los sábados y domingos".

"Su vida social era muy rica. Tenía un círculo de amigos muy grande, entre los que se contaban destacadas personalidades como José León Barandiarán, Estuardo Núñez, José María Eguren, José Carlos Mariátegui, Carlos Cueto Fernandini, Luis Jaime Cisneros, Aurelio Miro Quesada, entre muchos otros". Basadre Ayulo recuerda que a su padre le gustaba mucho salir a comer, sobre todo comida criolla, pero nunca aprendió a cocinar. Tampoco manejaba. Decía que tenía muy mala vista y que era muy distraído.

Arte y distracciones

Basadre era un gran aficionado a los caballos. "Con Mariátegui y mi tío Oscar iban mucho al hipódromo de Santa Beatriz. También le gustaban los toros y el fútbol. En esa época se jugaba en un pequeño estadio del Circolo Sportivo Italiano". Pero sus mayores pasiones -amen de la historia, claro- eran la música y el cine. "Sobre todo la música norteamericana: Gershwin, Cole Porter, el jazz." No olvidemos que Basadre viajó a Estados Unidos en 1931 y volvió allí varias veces, a enseñar en universidades y a dictar seminarios. Era un enamorado de Nueva York. "Recuerdo que siempre nos hospedábamos en un hotel muy cerca de Broadway, para poder ir a ver la mayor cantidad de obras".

El cine fue, después de la literatura (Dylan Thomas, Joyce, Proust), el arte que más lo sedujo. Era un rendido admirador de Humphrey Bogart, James Cagney. "Siempre hablaba de películas", dice su hijo, frunciendo los ojos como tratando de recordar qué títulos lo impresionaron. "Un día llegó a la casa deslumbrado, feliz: acababa de ver El Río de Jean Coctueau. Pero no todo lo que le gustaba era complejo: amaba las coboyadas, los disparates de Laurell y Hardy. Recuerdo claramente su risa, siempre presente".

De muchacho hizo atletismo en el Colegio Alemán. Luego se volvería un playero empedernido. "Cuando yo era chico nos íbamos a La Punta todos los domingos del verano". Pero cuando él fue mayor dejó un poco la playa y empezó a caminar todos los días unas cuadras a eso de las diez de la noche, de la mano de su esposa. Ese era su ejercicio. "Nunca me habló de su enfermedad... sus últimos años los pasó trabajando, como siempre. Javier Vargas -que fue su discípulo- me cuenta que en sus últimos días le dijo: escribe tus memorias sobre el gobierno de Bustamante porque yo ya no tengo tiempo".


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003


El Reportero de la Historia, 8:55 a. m. | Enlace permanente | 2 Comentarios |

viernes, julio 13, 2007

Los años inmóviles *

Por Percy Cayo

Basadre nació en Tacna el 12 de febrero de 1903, cuando la ciudad estaba ocupada por Chile. Esa infancia marcada por los recuerdos de la patria lejana y la hostilidad chilena definió el carácter de su vida y obra. En las siguientes líneas el historiador Percy Cayo, quien colaboró con Basadre en la preparación de la 5ta. Edición de la Historia de la República del Perú, nos descubre la infancia tacneña.

Solo vivió nueve años en Tacna, desde que nació hasta su llegada a Lima en 1912. Pero ese corto tiempo fue suficiente para modelar su espíritu y para impulsar el derrotero de su obra, la historia del Perú a partir de su infancia en una ciudad ocupada por Chile. Cuando nació Basadre, el 12 de febrero de 1903, hace buen tiempo que había vencido el plazo para la realización del Plebiscito que debería decidir el futuro de Tacna y Arica de acuerdo a lo estipulado en el Tratado de Ancón.

Cualquier reflexión sobre la obra de Basadre debería partir del conocimiento de esos primeros años, marcados por la hostilidad y la resistencia patriótica en el sur: La convicción de la derrota en el plebiscito hacía que el ocupante chileno no solo negara la realización de la consulta popular, sino que, por medio de la violencia y la intimidación, procurara quebrar la voluntad patriótica de los tacneños y ariqueños.

Entre historiadores

Otro hecho relevante en la formación de Basadre fue su infancia en una tierra de hombres atraídos por la historia. Su abuelo, Carlos Basadre Izarnótegui, fue autor del primer estudio sobre la geografía y la historia de Tacna, acogido en las páginas de la "Revista de Lima" en 1862 y 1863 y su tío abuelo, Modesto Basadre y Chocano, había escrito algunos libros importantes para su época: "Diez años de historia republicana del Perú", "Riquezas peruanas" y una famosa refutación a un texto del escritor ecuatoriano Pedro Moncayo acerca de los Límites entre Ecuador y el Perú.

A todos ellos Basadre recuerda en su ya célebre libro "Mi infancia en Tacna", publicado en 1959 bajo el sello de la Editorial Villanueva. Ahí reconoce también a cuatro mujeres que fueron sus primeras maestras: su madre, su hermana Luisa, su nodriza Genoveva y su profesora de escuela Carlota Pinto de Gamallo. EL VICIO IMPUNE DE LA LECTURA

Si alguna vez Basadre afirmó con orgullo que había heredado de sus mayores "el vicio impune de la lectura", en la infancia tacneña está también la semilla de esa afición. El solar de Tacna destacaba por su gran biblioteca, la cual había ido creciendo desde los tiempos del abuelo historiador, y después debido a la voracidad intelectual del padre, don Carlos Basadre y Forero.

Una explicación a la precocidad intelectual de Basadre es precisamente su descubrimiento de la lectura a temprana edad, cuando no tenía más de seis años de edad. Poco después de la muerte de su padre, ocurrida en 1909, el pequeño Jorge se refugia en los libros, a este hecho contribuyó la vieja costumbre provinciana del prolongado luto. En sus Memorias el propio Basadre hará referencia a esta época, recordando el ambiente de gran inclinación hacia el estudio del pasado que había en la casa paterna.

Por eso cuando llega a Lima en 1912 para estudiar en el colegio alemán -donde su madre lo matriculó por no encontrar uno de origen inglés- ya se vislumbraba su vocación por la historia peruana.

Frente a los Bolognesi

Cuando el Basadre adolescente terminaba la educación secundaria en el colegio Guadalupe ocurrió un hecho trascendental que definiría su futuro. En aquella época se acostumbraba a que un alumno pronunciara el 7 de junio de cada año un discurso ante el monumento a Bolognesi. Por su origen tacneño y porque evidentemente sus maestros -como Adolfo Quiroga o Arturo Montoya- conocían ya su afición por la historia, lo eligieron a él para ser el orador en tan significativo evento.

Para nuestro incipiente historiador aquella convocatoria debió haber constituido un reto especial, porque en la ceremonia estaban Enrique, Augusto y Alberto Bolognesi, hijos del héroe.

No existen registros textuales del discurso del 7 de Junio, cuando Basadre tenía 15 años, pero esa ceremonia pública sería algo así como su partida de nacimiento a la historia. Es probable que en ese momento Basadre recordaría todos aquellos relatos escuchados en las sobremesas hogareñas de su solar tacneño. Ahí cuantas veces se había contado que dos primos hermanos de su padre -Federico y Armando Basadre Castañón- habían peleado y dejado la vida en el Morro, y también podría haber recordado a su propio padre, quien había combatido en Miraflores, el 15 de enero de 1881.

Mucho tiempo después el propio Basadre escribió unas breves líneas sobre ese discurso escolar. Dijo que solo trató de hacer "un conato de interpretación de la batalla del morro de Arica".


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

El Reportero de la Historia, 8:52 a. m. | Enlace permanente | 0 Comentarios |

jueves, julio 12, 2007

Letras capitales *

Dentro de su gigantesca producción intelectual resumimos nueve libros del historiador. Una bibliografía básica para entender los argumentos centrales de su pensamiento.

"La multitud, La ciudad y el campo en la Historia del Perú" (1929) Basado en un discurso que Basadre leyó el 28 de julio de 1929 con motivo del inicio del año académico en San Marcos. Se destaca la influencia de las clases sociales, el medio geográfico y el esfuerzo individual en las distintas etapas de la historia peruana. Asimismo, explora los vínculos entre la multitud y las elites. Es visto como un mensaje a la dictadura de Leguía.

"La iniciación de la República" (1929 - 1930) Fue la tesis doctoral presentada por Basadre para optar el título de Doctor en Letras y Ciencias Humanas. En dos tomos este libro estudia el período comprendido entre 1821 y 1834 y en el segundo se aborda el tema de la Confederación Peruano Boliviana. Ha sido reeditado por San Marcos en una bella edición.

"Perú: problema y posibilidad" (1931) Una visión crítica sobre la formación histórica peruana. Lanza su hipótesis del Perú como Nación y como promesa, observando la relación entre el pueblo y las dirigencias nacionales. Afirma que la más alta función de la historia es ver no solo lo que hemos sido sino lo que no hemos sido, que el Perú es un problema pero también una posibilidad. En la primera edición vislumbra al socialismo como solución al problema peruano, pero después en posteriores revisiones deja de lado la rigidez de sus esquemas y pone énfasis en el interés social.

"Historia del derecho peruano" (1937) Basadre lo llamó ensayo provisional. la primera parte expone los aspectos metodológicos de la disciplina histórico-jurídica, después aborda el derecho prehispánico y el derecho colonial.

"Historia de la República del Perú" (1939 - 1969)

Es su obra monumental, tiene siete ediciones. La primera se editó en 1939 y contenía un tomo sobre el siglo XIX y la última fue publicada póstumamente en 1983. La quinta edición de 1962 obtuvo el Premio Nacional de Cultura. Son tomos que abarcan los siglos diecinueve y el primer tercio del veinte. Es una historia total que no se reduce solo a hechos militares y políticos sino abarca temas de vida cultural, mentalidad, cine, literatura, y vida cotidiana. En la edición póstuma se incluyó una nota preliminar en la que se abordó la problemática de la desunión e identidad en las sociedades republicanas americanas. "El Conde de Lemos y su tiempo" (1945)

Aunque no fue su época más estudiada, Basadre dedica este libro a investigar diversos aspectos de la Colonia. El libro es una biografía del Conde de Lemos pero también es una descripción de la política y la sociedad del Perú en el siglo XVII. "Meditación sobre el destino histórico del Perú" (1947)

Conjunto de ensayos publicados a partir de 1937. El principal es "La promesa de la vida peruana", que después sería publicado como libro, gracias al esfuerzo editorial de Mejía Baca. Aquí plantea las motivaciones que tuvieron los americanos para lanzarse a la independencia a lo largo del siglo XIX. "La vida y la historia" (1975)

Conjunto de ensayos que muchos ven como sus memorias, sin embargo se refieren más a su experiencia frente a diversos episodios de la República. La obra se inicia con la infancia en Tacna, pasando por su labor en San Marcos, en la Biblioteca Nacional, su estadía en Europa y su gestión como ministro de educación. El texto concluye en el año 1968.

"Apertura" (1978)

Serie de ensayos con temas de historia, educación, cultura y política, escritos entre 1924 y 1977. Contiene datos puntuales sobre las negociaciones con Chile en 1929.

Otros títulos

"El azar en la historia y sus límites" (1973)
"Los fundamentos de la historia del derecho" (1956)
"Introducción a las bases documentales para la historia de la República del Perú" (1971)
"Elecciones y Centralismo en el Perú" (1980)
"Sultanismo, corrupción y dependencia en el Perú", publicado en 1981 por Milla Batres, que contiene un conjunto de ensayos.


* Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 09/02/2003

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miércoles, julio 11, 2007

Jorge Basadre: El ensayo como estrategia *

Por Gustavo Montoya
Historiador



Así como las sociedades, las biografías también tienen sus periodos. La Iniciación de la República (1929/1930), corresponde a la primera etapa de la biografía intelectual de Jorge Basadre; algunos historiadores, aludiendo a esta época, han escrito sobre el "joven" Basadre. Lo cierto es que estamos frente a su primera obra de envergadura; una suerte de síntesis que luego habría de convertirse en el plan general de su Historia de la República del Perú. Interesa preguntarse por las circunstancias que rodearon la elaboración de esta obra, el ambiente intelectual de la época, el fondo de sensibilidad social, la tradición académica de la que fue parte o, quizá, como veremos más adelante, la inauguración de un horizonte historiográfico radicalmente inédito.

Lo primero que salta a la vista es que Basadre se formó como historiador durante el Oncenio; en efecto, la época de la "patria nueva" se sitúa entre dos crisis: entre el ocaso de la República Aristocrática y la crisis que antecedió a la caída de Leguía. Pero, además, aquella fue una coyuntura de movilizaciones sociales si se tiene en cuenta que en 1918 se produjeron intensas protestas, marchas callejeras y huelgas cuyo punto culminante fue la Ley de las Ocho Horas promulgada en el gobierno de José Pardo. También es la época de la primera Reforma Universitaria, habiendo sido Basadre delegado de San Marcos a los 16 años en el Congreso de Estudiantes realizado en el Cuzco. Durante esos agitados años habrían de gestarse también buena parte de las principales obras que sentarían las bases del horizonte ideológico del corto siglo xx; me refiero a obras tan importantes como los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928), de José Carlos Mariátegui; el aprismo con Haya de lamiento indigenista con Tempestad en los Andes (1927) de Valcárcel; el anarquismo de Gonzales Prada; la emergencia de las provincias y el intenso debate sobre la regionalización y el centralismo, con autores tan valiosos como Hildebrando Castro Pozo, Emilio Romero, José Antonio Encinas, Uriel García, Julio C. Tello... y la enumeración podría continuar.

Basadre inicia su obra dentro de una generación que estuvo marcada por importantes fenómenos políticos, sociales e ideológicos producidos en la escena internacional y nacional. El triunfo de la Revolución Rusa, antes la Revolución Mejicana, la primera Guerra Mundial, la Reforma Universitaria iniciada en Córdoba y el Centenario de la Independencia. Todos estos fenómenos serían decisivos no sólo para su obra, sino aun para definir el inicial entusiasmo que mostró por el socialismo.

¿Sobre qué tipo de herencia historiográfica empezó Basadre a ejercer su oficio de historiador? ¿Cuáles fueron los métodos, las obras y las narrativas dominantes? Interesa esto para delinear las rupturas y las continuidades que marcaron el paso de su generación, para esclarecer e identificar el ambiente intelectual que le antecedía y saber finalmente la actitud que asumieron los intelectuales.

Luego de la Independencia y hasta el final de la Guerra del Pacífico, lo que tenemos es un escenario historiográfico en el que predominó la narración de acontecimientos. Y si hemos de mencionar a sus protagonistas habría que nombrar a Mariano Felipe Paz Soldán, Sebastián Lorente, Mendiburu, Bilbao, Santiago Távara, Odriozola, Gonzales de la Rosa, Nemesio Vargas, José Toribio Polo y, en una sección aparte, a Ricardo Palma. Veamos rápidamente y en líneas generales algunas de sus características. Para empezar, ninguno de ellos produjo una síntesis del proceso histórico peruano; no tendrían por qué haberlo hecho.

El Perú, como entidad colectiva, apenas si estaba en la agenda ideológica e intelectual de aquella época. De esta manera lo que tenemos son —salvo los trabajos de Paz Soldán, Nemesio Vargas y de Sebastián Lorente— un conjunto de publicaciones en las que se incluyen diccionarios como el de Mendiburu, fuentes documentales como la de Odriozola —ambos ex militares de las guerras de la Independencia— y trabajos eruditos como los de Toribio Polo y Gonzales de la Rosa. Esta histo-riografía, además de traducir y condensar el imaginario ideológico y las tensiones culturales de esta época, también permite explicar la lenta pero dificultosa construcción del Estado republicano, la belicosidad de los pueblos, las soberanías en conflicto, el protagonismo de los caudillos, la ural, mestizo e indígena.

La siguiente corriente historiográfica la constituyó la llamada generación del 900, aquellos intelectuales inicialmente orgánicos y luego críticos del periodo de la República Aristocrática. Los nombres que destacan son definitivamente los de José de la Riva-Agüero y Francisco García Calderón, ambos provenientes de la oligarquía peruana y con una sólida formación académica. A este respecto, resulta ejemplar el desgarramiento interno que padecieran durante la época de su mayor capacidad intelectual y, precisamente por ello, su abierto cuestionamiento al grupo social al que pertenecían. La obra de este grupo generacional se puede definir como el primer intento de proporcionar imágenes sintéticas del proceso histórico peruano. Riva-Agüero sorprendió a su tiempo con esa impecable tesis que es La historia en el Perú (1910) y en la que hace un generoso derroche de erudición, crítica y amplitud de perspectiva histórica; es, citando a Manuel Valladares, el Riva-Agüero demócrata y liberal. El Perú Contemporáneo (1907) de García Calderón puede ser considerada con justeza como la primera síntesis del proceso histórico del país en dónde, además, el autor propone un proyecto de modernización alternativo.

Y fue sobre aquella herencia y aquel escenario que Basadre fue gestando su obra, al interior de la tensión social y la encrucijada histórica que significó el propio ambiente de su época; periodos de tránsito y de rupturas acicateados por la Reforma Universitaria, las movilizaciones populares y la insurgencia de las provincias. En una palabra, las expectativas que generó el proyecto de “patria nueva” y de modernización del Oncenio leguiísta.

Como señalé líneas arriba, La Iniciación de la República fue una suerte de plan general que desarrolló luego en su monumental Historia de la República del Perú, verdadero ensayo general de una obra que a través del tiempo se convirtió en la referencia obligada de cualquier otro texto sobre este periodo. Para conocer el sustento teórico de esta inaugural obra de Basadre tenemos a la mano sus propias certidumbres sobre el método que escogió, las perspectivas teóricas que le fueron inherentes y la estrategia intelectual que habría de inaugurar. En efecto, en la “Explicación inicial” del primer tomo, señala:

El plan seguido no es un plan meramente cronológico. Si bien éste tiene la ventaja de la visión de conjunto, permite en cambio que se esfume, se rompa o se parcele el concepto de las tendencias. He buscado, pues, un método que me atrevería a llamar cíclico a base de un conjunto de monografías separadas que ocultamente se hallan unidas. La lectura de la obra en su totalidad puede dar la visión de conjunto y, al mismo tiempo, la lectura de cada sección, llamada "libro", o de cada capítulo puede marcar la trayectoria de una clase social, de una tendencia doctrinaria o de una individualidad descollante.(2)


Aquí aparece formulada la estrategia intelectual y el método historiográfico que habría de seguir Basadre en sus futuros trabajos, sobre todo en su monumental Historia de la República del Perú, fundando un modelo de investigación que se corresponda con el programa historio-gráfico de su tiempo, con la generación de la que formaba parte y con su proyecto individual.

Estas consideraciones tienen mayor sentido si se toma en cuenta que Basadre trataba de proporcionar una visión total del Perú republicano. Esta certidumbre, común a su generación, también debe ser comprendida en el caso particular de Basadre como una respuesta al ambiente político generado por el Centenario de la Independencia y, desde este punto de vista, una propuesta alternativa a las imágenes fragmentadas elaboradas hasta entonces; pero, sobre todo, la necesidad de razonar los acontecimientos y superar el tono de condena que prevalecía sobre la República a propósito de la Guerra del Pacífico y en abierta polémica con la prédica y el magisterio de Manuel González Prada.

En suma, construir una nueva imagen del Perú que se corresponda con las exigencias de un país en el que se había producido importantes cambios, en el que ingresaban a la escena política y social nuevos actores colectivos. En este punto radica la importancia de la obra de Jorge Basadre: establecer un diálogo con su tiempo, dar respuestas afirmativas y elaborar un programa de vida en el que su biografía terminó confundiéndose con la biografía de la sociedad y del tiempo que quiso retratar.

No deja de llamar la atención el descomunal proyecto que Basadre se impuso: establecer una periodización, utilizar nuevas fuentes, contemporizar el razonamiento histórico, formular nuevas preguntas al pasado, pero, sobre todo, la actitud e intuición moderna de utilizar el conocimiento histórico para explicar el presente. Basadre inaugura de este modo, una radical manera de ejercer el oficio de historiador en el Perú. Y es por efecto de este programa de investigación que uno puede comprender la hegemonía que esta generación tuviera, a lo largo del "corto" siglo xx.

En el segundo tomo de La Iniciación de la República (1930), Basadre volverá sobre el método elegido y sus certidumbres teóricas; al respecto señala:

Se necesita ver primero cómo fueron en realidad las cosas y qué hicieron los hombres para luego trazar las coordenadas integrales de la época. En el Perú, sobre todo, no es posible en asuntos de estudio limitarse a ser arquitecto y dibujante de la obra que se construye; hay que descender hasta ser picapedrero y albañil. No es en este caso culpa del autor, por lo demás, si su labor, por exigencias de la labor misma, tiene que parcelarse en más de dos volúmenes. (3)


Lo que aquí subyace es la exigencia de ejercitarse en la crítica de las fuentes, razonar los hechos y vincularlos con sus protagonistas, situarlos en su contexto y darle un rostro humano al acontecer histórico: la compleja confluencia entre el hecho histórico, el acontecimiento y la estructura.

Otro elemento que ya aparece y que luego sería desarrollado es el tema de la imaginación histórica, rondando los predios de la literatura. Aquí la exigencia es hacer inteligible la historia, dotarle del imprescindible tono de vivacidad y dinamismo, retratar el movimiento:

[...] el relato procura estar aquí acompañado por un propósito de claridad y de método en el enunciado, así como de ubicación y de análisis de los acontecimientos mismos incluyendo algunos atisbos sicológicos, todo dentro de una rígida sujeción al testimonio de las fuentes históricas. Por ello, inclusive, pierde la obra vivacidad y amenidad. Intentando algunos sketch’s donde la imaginación quiere pintar escenas que si no son la verdad estricta son mentiras que tienen todos los elementos de la verdad... (4)


Este aspecto se entiende mejor si consideramos que Basadre publicó un año antes, en 1928, Equivocaciones, ensayo sobre literatura penúltima; en realidad, el interés que Basadre tuvo por la literatura nunca habría de abandonarlo.

Existe un tercer elemento tempranamente advertido por Basadre y que tiene que ver con las distancias que guardó del culto a la erudición, esa suerte de "diálogo" con los muertos, la historia como ucronía:

Tampoco campea aquí, sin embargo, el eruditismo escueto. No se trata de acumular y acumular datos en un afán de trapero; se trata de bucearen los documentos auténticos y sacar de ellos lo más importante y esencial. Menos se trata de encontrar en los papeles viejos una especie de droga para no vivir. El plan capital con que esta obra ha sido concebida entraña, precisamente, lo opuesto: lejos de todo afán de exaltar o de denigrar, de todo prejuicio o superstición sea de familia, de persona, de clase, de secta o de doctrina sólo con el propósito de conocer cómo se ha formado y cómo ha vivido el Perú. (5)


"Conocer cómo se ha formado y cómo ha vivido el Perú"; no existe quizá una definición más acabada para graficar la preocupación común de la generación a la que Basadre perteneció; dar cuenta desde el conocimiento histórico por qué el Perú era de ese modo y no de otra manera; comprender, explicar, reflexionar y alejarse de los juicios, las condenas y sentencias tan comunes en su época, sobre todo por efecto de la terrible frustración que fue la derrota del Perú en la Guerra del Pacífico y por la insatisfacción que para estos jóvenes, mayoritariamente provenientes de las clases medias de provincia, significó la República Aristocrática y la incertidumbre con que se anunciaba la liquidación del Oncenio.

Pero hay algo más, en su temprana época de historiador, ya Basadre fue configurando en su conciencia y luego incorporando a su vasta obra, su apuesta por la utilidad política de la historia. En efecto, historia, nación y Estado serían para Basadre las columnas que podrían forjar la nacionalidad peruana. Años después afirmaría categórico: "Organizar el Estado sobre la Nación: he ahí el ideal".6 Y esa es una de las ideas fuerza que articulan y vertebran Elecciones y centralismo en el Perú (apuntes para un esquema teórico). Y en otro texto sobre este mismo tema:

Y dentro del espíritu de investigación de la verdad que ignoran y encharcan los que preguntan qué resultado práctico se obtiene con tan inútiles pesquisas, cuando el noventa por ciento de la orientación científica, incluso la de las ciencias antropológicas con las que este ensayo tiene alguna semejanza, tampoco produce rebultados materiales. En cuanto a la historia patria, baste decir que su inmenso valor tiene, entre otras causas, la de que frente a nuestra multiplicidad racial y a nuestra heterogeneidad geográfica es, junto con el Porvenir, lo único que tenemos de común como nacionalidad. (7)


Esta manera de plantear el sentido práctico del oficio de historiador sitúa a Basadre entre los intelectuales que realizan una lectura de la historia desde el futuro; podemos no estar de acuerdo con este postulado, por encima de las propias atingencias de las que él era consciente, la multiplicidad racial, la diversidad geográfica, la multiculturalidad y el plurilingüismo. Pero este es precisamente el valor que tiene su enunciado: el de proporcionar alternativas, proponer soluciones, afirmar; o, como lo expresara Flores Galindo en un breve artículo en homenaje a Basadre, su "terca apuesta por el sí". Pero, además, esta actitud tiene que ver con otro tema común a los historiadores: se trata del compromiso personal y privado entre el historiador y su oficio, el fuero individual en el que muchas veces se definen los temas, las orientaciones, los silencios o apologías. Este es su testimonio: "A la larga, lo que importa en la vida y en la obra es ser uno leal consigo mismo, proceder de acuerdo con el fondo insobornable que todos llevamos adentro".8

Paralelamente a la publicación de La Iniciación de la República, Basadre participó de un célebre acto académico en San Marcos: pronunció el discurso de orden por la apertura del año académico en 1929. En esa oportunidad, y ante la presencia de Leguía, Basadre desarrolló otra de las vertientes básicas de su obra. Sintomáticamente el título de su discurso que luego se convirtió en libro fue La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Perú (1929). En efecto, otra de las características de este libro, fue la de incorporar y concebir a las multitudes y a las clases populares como actores políticos y sociales esenciales en la historia.

Que esta preocupación lo acompañó toda su vida, se puede comprobar con este pasaje de su libro El azar en la historia (1973), texto escrito cincuenta años después, con motivo de la polémica que estableció a propósito de la Independencia del Perú:

Aquella historia de la gente de abajo, si es auténticamente efectuada, conduce a las estructuras mismas de las sociedades y a lo más hondo de las conciencias, aunque los movimientos mismos se interrumpan [...] surge entonces en realidad, un desafío pleno a los hombres y a los grupos dominantes y la finalidad que los alienta es, aunque se disimulara, durante un tiempo más o menos breve o más o menos largo, arrebatarles el poder. (9)


Al comienzo de este ensayo había señalado que La Iniciación de la República fue el ensayo general de lo que posteriormente desarrolló en su monumental Historia de la República del Perú. De hecho, el proyecto inicial comprendía un tercer volumen que debía salir de inmediato y "otros más". He aquí su testimonio:

Queda ahora para un volumen que será publicado inmediatamente después, el análisis de las tendencias doctrinales, de la acción de las clases sociales y del factor geográfico-económico, en los años comprendidos entre este tomo y el primero. Si la vida no lo impide, en otros volúmenes —ya de distinto título— será continuado con los sucesos posteriores a la Restauración el plan ya enunciado. Dentro del espíritu de la historiografía clásica, lo que el presente tomo concluye sería suficiente; pero en los tiempos actuales en que hay tanto interés por el factor social y económico y por la confrontación ideológica ello no basta. (10)


¿Por qué se interrumpió este proyecto? La respuesta está en las circunstancias políticas de la época y en la actitud que Basadre tomó. El año 1930 cae Leguía, la Universidad es recesada y la mayoría de intelectuales progresistas de la época toman rumbos diferentes. Unos optan por la militancia política y se adhieren al aprismo y al comunismo como proyectos radicales para transformar el país, no muy pocos se incorporan al régimen de Sánchez Cerro, algunos ensayan una vía alternativa e independiente. Entre estos últimos se encuentra Basadre. Finalmente opta por salir del país. Entonces visita Estados Unidos de Norteamérica, Alemania y España, países en los que conoce y se acerca a las corrientes historiográficas de la época.

En Alemania conoce la dramática experiencia de la República de Weimar, asiste al ascenso del nazismo y la agitación social por efecto de las movilizaciones, presencia ceremonias del nacional-socialismo; pero es mejor dar paso a su propio testimonio para conocer su experiencia en Berlín:

Casas modernistas, a veces sin techo, en los barrios nuevos. Pinos. Lagos. Arena. Nudismo. Baños de sol. A este símbolo de la enorme riqueza del universo en contraste con la miseria humana, miles de jóvenes de entonces le rendían un culto fervoroso. Muchachos que, a veces, tenían algo de jovencitas, y niñas con cierta apariencia viril. Agrias discusiones políticas surgidas de pronto en cualquier lugar. Mendigos que insultaban cuando no se les daba limosna. Uniformados vendedores de periódicos. Innumerables tiendas callejeras con folletos, libros y hojas de todas las ideologías, de todas las creencias, de todos los extremismos, no sólo los de tipo político y social sino en múltiples campos como el ocultismo, la astrología, el uso de las drogas, la libertad sexual, el vegetarianismo, la homeopatía y otras cosas. Manifestaciones espectaculares de los nacional-socialistas, de los comunistas, de los socialistas, de los "alemanes nacionales", de los "cascos de acero". Adolescentes agresivos irrumpiendo de pronto en las calles para gritar "Deutschland erwache", es decir "Alemania despierta" o "Rot front", "frente rojo". Propaganda, prostitución, pintura expresionista o postexpresionista y cinema de vanguardia. Rara mezcla entre un exceso de cultura y una vitalidad primitiva de la que fluía un nihilismo, una liberación desnuda con un amargo sabor en el que fermentaba una patética, y a la vez, alegre despreocupación. Toda la gente hallábase infectada, de un modo u otro, como en una epidemia, por la obsesión política, envuelta en ella y en vísperas de ser perseguida o perseguidora, víctima o victimaria. Y en medio de todo, la belleza de los paisajes; el esplendor de los tesoros artísticos. (11)


Esta larga cita retrata la actitud intelectual y el peculiar estilo de Basadre: curioso, atento y observador, facilidad de síntesis y solidez en la escritura. En efecto, la tensión de su escritura, presente en el texto anterior escrito en 1975, ya se dejaba insinuar en La Iniciación de la República. Y este es un punto de quiebre en el estilo de Basadre, si uno compara, La Iniciación... con su Historia de la República, lo que advertirá es la repentina modificación de su estilo. Si en La Iniciación... el nervio de su estilo se desliza por la fina línea del enjuiciamiento, la provocación, la sentencia contundente, el reclamo indignado y hasta el reproche juvenil, en cambio en la Historia de la República estamos ya frente a otra actitud. La serenidad contemplativa, cierto tipo de neutralidad que se acerca al ideal de intelectual proyectado por K. Manheim. Su consigna parece seguir el consejo preventivo que reclamaba Espinosa: "no reír, no llorar, hay que comprender".

Pero en Alemania también Basadre llegará a la conclusión de que el Estado es más fuerte que la nación.12 Los autores alemanes a los que Basadre hace referencia son: Hans Rosenberg, Hans Ulrich Wehler y Fritz Fisher, de cuya obra señalará:

Esta nueva historiografía vale sobre todo, por la objetividad. Supera las presentaciones centradas alrededor de los personajes y las de tipo descriptivo y va hacia la crítica de la colectividad en cuyo seno la política funciona en estrecho enlace con distintos intereses y factores de tipo social y económico. (13)


Finalmente, en Alemania Basadre estuvo vinculado al Instituto Iberoamericano, familiarizándose con los métodos y técnicas que luego aplicaría en su cátedra de Historia del Derecho Peruano. He aquí su testimonio:

La ayuda del Instituto Iberoamericano y mi asistencia a la Universidad gracias a una tarjeta de oyente me suscitaron relaciones muy valiosas. Richard Thurnwald me interesó sobre manera por sus estudios sobre los pueblos llamados primitivos, superando las separaciones geográficas y englobando sus distintas formas sociales, o sea, la familia, la economía, la cultura, el Estado y el derecho. Era con este último aspecto con el que quería familiarizarme dentro de la finalidad de saber algo de la llamada etnología jurídica en sus más recientes expresiones, por su posible utilización para el estudio del derecho prehispánico, ya que incurren en un error quienes estudian nuestras viejas culturas utilizando sólo las huellas que de ellas han quedado y desprecian el método comparativo, que es necesario utilizar pero, evidentemente, con suma cautela. Me sirvieron más tarde mucho aquellos estudios para organizar la sección sobre derecho inca en mi cátedra del Derecho Peruano. También llegue a acercarme a la técnica y a la metodología de la historia del derecho como disciplina con identidad propia... (14)


En Berlín, Basadre tiene que tomar una decisión debido a que económicamente no le era posible seguir viviendo en esa ciudad.15 Entonces, según su propio testimonio:

Adopté entonces una decisión crucial: ver la manera de quedarme en Europa. Pero, ¿a dónde ir? Acabábase de establecer la República en España, y desde lejos, tan novísimo experimento parecía interesante. Se me ocurrió viajar a Madrid y creí que quizás me serían útiles, desde París, las recomendaciones de mis parientes Francisco y Ventura García Calderón. (16)


En Madrid conoció a Claudio Sánchez Albornoz, el gran historiador de la edad media y rector de la Universidad de Madrid. La República en España estaba impulsando centros de investigación clásicos, arábigos e hispanoamericanos en Salamanca, Sevilla y Granada. Conoció a José María Ots y Capdequí. En Sevilla fue incorporado al Centro de Estudios Hispanoamericanos, dictó dos conferencias por semana y paralelamente empezó a investigar en el Archivo de Indias y en el Palacio Real de Madrid sobre la legislación de Indias durante el periodo inmediatamente anterior al proceso de la Independencia. Formó parte de la Internacional hispanoamericanista. En suma, dice Basadre: "entre fines de 1932 y fines de 1935, viví consagrado a faenas de obrero historiográfico en Sevilla y Madrid".17

¿Por qué razón me parece que es importante conocer esta época de Basadre? Considero que este viaje a Europa y su permanencia en Alemania y España fue esencial para su formación y la posterior continuación de su monumental Historia de la República del Perú. Más aún, en un texto capital para conocer su biografía como es su libro La vida y la historia, Basadre expresa su apreciación sobre la obra de Vinces Vives. Al respecto señala que este historiador:

Buscaba un panorama general de la evolución de la Humanidad de los siglos xv al xx. Trataba, esfuerzo nada fácil, de sintetizar la marcha de la historia desde el Renacimiento hasta los sucesos contemporáneos con el objetivo de hacer resaltar la arquitectura del periodo, las grandes líneas de la evolución que enmarcan y explican la totalidad de los acontecimientos históricos [...] Fue un ensayo de historia general en cuanto, centrado en la historia política, se extendió a la historia socioeconómica, cultural y religiosa [...] Aquí me interesa únicamente dejar constancia de mi profunda admiración por él... (18)


Otra experiencia formativa que Basadre tuvo en España fue la redacción de un libro sobre la historia republicana del Perú, Chile y Bolivia. Texto inaugural que, transponiendo las fronteras nacionales, dirige su atención hacia un espacio geográfico y temporal mucho más amplio. Esta zaga historiográfica, que no ha tenido continuadores en el Perú, también es otro elemento esencial para comprender la amplitud en la perspectiva que Basadre incorporó tempranamente a su proyecto historiográfico. He aquí su testimonio:

[...] la vida en España se me hizo más cómoda cuando, gracias a la bondad de un consagrado y ya maduro historiador que a la vez era un gran caballero, don Antonio Ballesteros, recibí el encargo de escribir un manual sobre la vida republicana del Perú, Chile y Bolivia auspiciado por la casa Salvat de Barcelona. [...] fue el mío un ensayo sin precedentes y todavía sin sucesores, a pesar de todas sus innumerables imperfecciones, ya que rompió las vallas de los nacionalismos, en realidad provincianismos, en nuestra América e intentó un estudio comparado que en Estados Unidos llámase "de área". Las mismas guerras y losconsuetudinarios litigios entre Bolivia, Chile y el Perú son exponentes de una honda inter-relación (19)


Pero, además, si uno compara La Iniciación de la República con las reediciones de su Historia de la República del Perú, evidentemente encontrará una nueva estrategia: el intento de elaborar una historia total, una historia en la que se combinan todas las posibilidades, donde se amplían las temáticas y se establecen nuevas líneas de investigación; pero, sobre todo, el ensayo como estrategia.

El tipo de ensayo que Basadre inaugura no se limita a repetir los lugares comunes que a este género se le asignan. Su estilo es más complejo, se trata de organizar el conocimiento histórico de un modo en que éste sugiera relaciones inéditas entre los acontecimientos, establecer causa-lidades contemporáneas a los hechos históricos, un juego de espejos en donde el pasado, el presente y el futuro asumen, alternativamente, estancias transitorias. No se trata de ejercitarse en la especulación, el relati-vismo o el probabilismo histórico; se trata, por el contrario, de imprimirle un movimiento permanente a la existencia humana que es de lo que está hecho el acontecer histórico. Ésta es evidentemente una lectura hetero-doxa de la historia, una narrativa en donde el ensayo se convierte en el artefacto discursivo que posibilita la configuración de un vasto horizonte plagado de problemas, posibilidades y esperanzas.

Y a mí me parece que en estos aspectos es que radica la grandeza de la obra de Basadre: haber introducido una nueva manera de ejercer el oficio de historiador. Un estilo en el que se combinan la exactitud del dato, el razonamiento sociológico, la integridad del hecho histórico, la amplitud en la perspectiva y la utilidad contemporánea del conocimiento histórico. Por lo demás, Basadre, como una respuesta hacia sus críticos que observaban la ausencia en el señalamiento de fuentes, sorprendió nuevamente a sus lectores con la publicación de su monumental Introducción a las bases documentales para la Historia de la República del Perú con algunas reflexiones (1972), probablemente el más ambicioso catálogo de fuentes sobre el periodo republicano.

Existe otro aspecto de la obra de Basadre que personalmente me parece que está rodeado de enigmas. Se trata de una extraña sinfonía consensual, de un tipo particular de consensos con respecto de su obra y que lo han convertido en el lugar de encuentro entre ideologías enfrentadas e interpretaciones disímiles del proceso histórico peruano. ¿Por qué la obra de Basadre convoca este extraño entendimiento? ¿Será lo monumental de su producción intelectual? Y si esto es cierto ¿cómo logró escribir tanto y de todo? O quizá es precisamente porque deja abiertas todas las posibilidades que todos nos sentimos representados en sus reflexiones, afirmaciones, censuras y apologías. Quizá esto que señalo no sea más que una especulación y tiene que ver más bien con el desorden y caos —para citar a Heraclio Bonilla— que caracteriza al Perú contemporáneo. Sea lo que fuere, y aquí sigo a Pablo Macera, Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, estemos o no de acuerdo con él, siempre que se escriba algo sobre la República, será inevitablemente sobre lo que él ha levantado en su monumental Historia de la República del Perú.

En los albores del siglo xxi, la obra y la biografía de Jorge Basadre constituyen un espacio privilegiado para reflexionar sobre las perspectivas de la República y los desafíos de la gobernabilidad contemporánea. Pero este propósito sería incompleto si es que no nos remitimos a los orígenes del Estado peruano y por lo tanto al mandato social y político de la gobernabilidad en La Iniciación de la República.

Notas sobre los orígenes de la gobernabilidad republicana

Una reflexión sobre los orígenes de la gobernabilidad20 republicana necesariamente tiene que dirigir su atención a la coyuntura de la Independencia. Como se sabe, durante el proceso de la revolución hispanoamericana, el virreinato peruano fue el centro simbólico, político y militar de la contrarrevolución. La política de "recuperación territorial" (1814-1820) conducida por los virreyes Abascal y Pezuela,21 expresa la unidade intereses entre el Estado colonial y un sector mayoritario de las élites coloniales peruanas. De modo que no se trata de "lamentar" la ausencia de una voluntad separatista, sino de reconocer y explicar la naturaleza ideológica y la conducta política de estos grupos de poder. Hasta el arribo de las famosas "expediciones libertadoras", lo que destaca en el Perú es la ausencia de proyectos de gobernabilidad claramente independentistas.

Y esta comprobación empírica es una de las causas más remotas que luego prefiguran los dilemas de la gobernabilidad durante las primeras décadas de la República.

Entonces es pertinente hablar de un centro —el virreinato peruano— y de una periferia —Colombia, Argentina, Chile, Ecuador y Bolivia—; en este esquema, la Independencia del Perú también significó la guerra de estos últimos países tempranamente independizados y en contra del virreinato peruano, identificado por aquellos como el centro del dominio colonial español en Hispanoamérica, consumándose la derrota política y material de las élites peruanas.

La "formal" proclamación de la Independencia en julio de 1821, fue el resultado del acuerdo político entre el Ejército Unido de los Andes —con tropas argentinas, chilenas y colombianas— y el Ejército Realista, mayori-tariamente compuesto por peruanos. Este es el origen de la larga letanía de la Independencia "concedida".22

El otro aspecto del proceso de la Independencia es la llegada al Perú de diversos proyectos de gobernabilidad generados por la propia dinámica de la guerra. Así, los pilares de la incipiente organización del Estado republicano estuvieron fuertemente teñidos por concepciones ideológicas ajenas a la realidad peruana e inspiradas en otros espacios del continente. En el Perú no existió un Estado revolucionario,23 como por ejemplo en Argentina.

Más aún, el mando efectivo del ejército patriota, y por lo tanto la dirección de la guerra por la Independencia —que recién se iniciaba— y de la política interna, estaba en manos de "extranjeros" (San Martín, Monteagudo, Bolívar y Heres). Aquí, el punto es reconocer que no existía ningún grupo social y menos un proyecto de gobernabilidad hegemónico que podría haberse impuesto, tomando la conducción de un Estado recientemente constituido. Los sucesos acaecidos entre 1821 y 1826 (cese de la influencia bolivariana) elevan hasta el paroxismo el proceso político de consolidación de la Independencia. Ello condujo a un personaje usualmente ponderado como Hipólito Unanue a exclamar: "La historia de la revolución del Perú va a ofrecer a la posteridad sucesos raros y contrarios a los naturales sentimientos del corazón humano".24

En efecto, luego de la expulsión de Monteagudo en julio de 1822 y la liquidación del Protectorado se instala en septiembre del mismo año el primer Congreso Constituyente. La forma irregular en que se sustentó aquel primer ensayo de representación "nacional" —una considerable extensión del país aún estaba bajo control realista y por lo tanto los "representantes" de aquellas regiones elegidos en Lima en forma poco "democrática" no tenían mayor "legitimidad"— marcó desde sus inicios la corta duración de la Asamblea. Seis meses después se produjo el golpe de Estado por intermedio de Santa Cruz y Riva-Agüero. En junio de 1823 los realistas ocupan Lima. El Congreso se dividió en tres facciones, una de ellas se quedó en la capital y se adhiere al bando realista; otro grupo se refugió en los castillos del Callao y declara fuera de la ley a Riva-Agüero, quien se retira a Trujillo con otro grupo de congresistas y desconoce a la facción que se quedó en el Callao; estos últimos nombran Jefe Supremo primero a Sucre y luego a Torre Tagle. En septiembre de 1823 Bolívar es declarado Supremo Dictador y tuvo que hacer frente a Riva-Agüero, que entró en negociaciones con los realistas, y al propio ejército del Rey.

Entre febrero y marzo de 1824, Lima nuevamente es ocupada por los realistas. Después Torre Tagle y un significativo número de ex republicanos vuelven sobre sus pasos y se declaran abiertamente a favor de la causa realista. Luego de la desocupación de Lima, Bolívar inicia un violento proceso de represión en contra de los residuos de la aristocracia limeña y de la oposición civil a la Independencia. Todos estos acontecimientos no son sino las consecuencias políticas inmediatas del precario mandato social sobre los que se fundaron el Estado, la gobernabilidad, la nueva "soberanía" republicana y el sistema político en los inicios de la República.

Seguidamente me propongo trazar la trayectoria de dos fenómenos paralelos y al mismo tiempo contradictorios: la constitución del Estado republicano como nuevo centro simbólico del poder político poscolonial y los perceptibles cambios dentro del escenario social y de los actores colectivos. Es decir, el doble y traumático movimiento desencadenado a propósito del desmembramiento de una estructura política, social y administrativa cuya funcionalidad perduró cerca de tres siglos: el sistema de dominio colonial español.

En relación con el primer punto son cuatro las entidades que destacan como nuevos espacios de gobernabilidad. El Protectorado (julio 1821-julio 1822), el primer Congreso Constituyente (septiembre 1822-febrero 1823), el gobierno de Riva-Agüero (febrero-junio 1823) y la dictadura de Bolívar (septiembre 1823-julio 1827). Lo segundo tiene en realidad un origen más remoto, se trata del desorden político a raíz de la crisis de gobernabilidad con motivo de la invasión napoleónica a España y los sorprendentes efectos sobre un vasto conjunto de unidades territoriales: los "pueblos" de Hispanoamérica.

Una reflexión histórica que contemple ambos fenómenos puede ayudar a comprender y explicar los desafíos de las élites republicanas por institucionalizar un nuevo sistema de gobierno y, sobre todo, la frenética búsqueda de un nuevo centro político que domestique las fuertes tendencias de fragmentación territorial y la desobediencia política de los "pueblos" como resultado del aflojamiento de los mecanismos políticos y administrativos que las guerras por la Independencia pusieron al descubierto.

Un elemento común a los proyectos de gobernabilidad del Protectorado, de Riva-Agüero y de la dictadura bolivariana es que todos ellos se sostuvieron sobre la presencia de ejércitos revolucionarios; su legitimidad residía en el hecho de que debían liquidar a las fuerzas realistas. De ahí que cuando la gobernabilidad recae en el primer Congreso Constituyente, éste fue disuelto por las tropas comandadas por Santa Cruz que impusieron en la presidencia del Congreso a Riva-Agüero. Precisamente porque la naturaleza deliberativa de la Asamblea impedía toda acción ejecutiva y rápida para la conducción de la guerra.

No está de más recordar que fue durante el mandato de la Junta Gubernativa —entidad creada por el Congreso—, que el Ejército Unido de los Andes sufrió las derrotas de Torata y Moquegua. ¿Cómo legitimar a una entidad política que no era el resultado de un mandato social y que por el contrario se sostenía sobre bases tan precarias como eran los residuos de una fuerza militar públicamente censurada? ¿Cómo articular esta forma de gobierno "republicano" con una sociedad en donde la aptitud civil estaba restringida por limitaciones propias del antiguo régimen? República sin ciudadanos, modernidad sin revolución. Pero lo anterior también delata una estructural fragmentación ideológica de todas las agrupaciones políticas y, por lo mismo, el fracaso de cada una de ellas por establecer una hegemonía o una alianza entre las mismas.

Con la salida del ejército realista de Lima y la cancelación del proyecto de gobernabilidad de tipo aristocrático constitucional diseñado durante el Protectorado, lo que se observa es el ingreso a la lucha ideológica de un conjunto de fuerzas políticas recientemente constituidas. Aquí es posible identificar al grupo republicano plebeyo (Sánchez Carrión, F. J. Mariátegui, Luna Pizarro, etc.), el republicanismo conservador y nacionalista de Riva-Agüero y el proyecto confederativo de Bolívar.

Aunque todos ellos tenían el común propósito de afianzar la Independencia y establecer un gobierno autónomo, uno de los desafíos a los que tuvieron que atender y frente al cual desarrollaron una capacidad de maniobra realmente sorprendente, fue el de administrar la anarquía y el fantasma de la revolución social que emergía como un sordo rumor desde los sectores populares tanto urbanos como rurales.25 Al respecto destaca el papel y la breve dictadura ejercida por Monteagudo que, con el apoyo de los "cuerpos cívicos" —milicia popular urbana y brazo civil armado del Protectorado—, ejerció una violenta represión hacia la oposición civil prorrealista intacta en la capital después del retiro del Virrey. Y luego la multitud de montoneras y guerrillas indígenas que en todo momento fueron percibidas como una amenaza a la transición pacífica y al proyecto de independencia "controlada" que finalmente se impuso. Y este es un escenario privilegiado para conocer lo específico de la cultura política en los actores colectivos populares tanto rurales como urbanos en los albores de la República.

Pero existen otras historias paralelas a la construcción del Estado republicano y sus proyectos de gobernabilidad implícitos que aún aguardan a sus historiadores: la silenciosa "revolución territorial" de los pueblos y la lenta pero efectiva erosión de un conjunto de símbolos y lealtades por parte de los grupos subordinados, rurales y urbanos, a toda forma de control administrativo y sujeción política. Este es el otro aspecto de la Independencia, el inicio de un conjunto de tradiciones y prácticas vinculadas a un tipo particular de cultura política y que no puede ser comprendida ni estudiada como la simple continuación del imaginario político colonial.26

Una coyuntura clave para conocer la génesis de aquel proceso fueron los dispositivos electorales para la instalación de los Ayuntamientos Constitucionales emanados del periodo liberal de las Cortes de Cádiz (1812) para todos los espacios territoriales de Hispanoamérica. Aquí estamos frente a un inédito proceso de transferencia de poderes desde el Estado hacia las comunidades locales. Los documentos de la época son lo suficientemente esclarecedores sobre la entusiasta participación de los pueblos para elegir a sus representantes. Es decir, el control directo del territorio, los recursos y la administración de justicia a escala local, con el agregado de que todo este proceso se desencadenó en el contexto de las guerras de la Independencia.27

Y esta es probablemente la vía más eficaz para comprender la prolífica presencia de grupos armados que bajo el nombre de guerrillas y montoneras participaron no sólo en las guerras por la Independencia, sino que su presencia sería decisiva para definir las alianzas y las guerras civiles durante buena parte del s. xix. Más aún, una investigación ha demostrado cómo durante casi todo el s. xix, los espacios territoriales desde donde se definía el "centro" político, la representación al parlamento y, en muchos casos, la elección del ejecutivo, y por lo tanto, el mandato social de la gobernabilidad, estaban situados en la región andina.28

Dicho de otra manera, luego de la Independencia y del formal establecimiento del Estado republicano, lo que tenemos en el escenario social rural es, sobre todo, un complejo sistema político en el que los intereses comunales y el espíritu "localista" no sólo cuenta con un efectivo brazo armado, sino que aun existe una cultura política con fuertes contenidos de autonomía y de resistencia a todo intento de sometimiento por parte de una entidad —el nuevo Estado republicano— que reclama una soberanía fundada más en la retórica que en efectivos mecanismos de obediencia política y administrativa.

No deja de llamar la atención el modo perverso con que se reproduce la dinámica de la crisis del sistema imperial español. En efecto, el inicial enfrentamiento entre España y América, pronto se reproducirá entre las ciudades capitales y los departamentos para, posteriormente, oponer a estos últimos con los "pueblos". Curiosa lógica política que atraviesa un largo trecho de nuestra historia republicana y cuyo punto culminante sería cuando en 1894-95, una multitud de montoneras y guerrillas convergen sobre Lima para derrotar a sangre y fuego el militarismo de Cáceres.

Otro aspecto que debe tomarse en cuenta para comprender los dilemas de la gobernabilidad es la naturaleza ideológica de las élites republicanas y sus fundamentos doctrinales. Una atenta lectura de los lenguajes constitucionales indica una precoz modernidad, por ejemplo en lo referente a la libertad política, el concepto de ciudadanía, la división de poderes y el fundamento social sobre el que se intentó legitimar la "soberanía popular" como depositaria del nuevo Estado independiente del país.

Ambiguo lenguaje político con evidentes resonancias modernas y que intentó representar a una sociedad cuyo imaginario político todavía contenía fuertes elementos de tipo corporativo y premoderno. ¿Cómo expli-car la frenética propensión constitucionalista de los caudillos —entre 1821 y 1840 se sancionaron cinco constituciones y se produjeron nueve golpes de Estado— sobre una sociedad profundamente militarizada y en donde el control del poder se definía con las armas?29

Aquí estamos frente a un problema que afecta directamente a uno de los fundamentos de la gobernabilidad, como es la obediencia política y la legitimidad contemplativa.30 Efectivamente, se trata de explorar el paradójico modelo de transición política que experimentó el conjunto de la monarquía española y el modo concreto en que fue experimentado en los espacios coloniales de Hispanoamérica.

Uno de los conceptos fundamentales alrededor del cual es posible reconstruir los dramáticos desgarramientos internos en el imaginario y el lenguaje político tanto de las élites como de los actores colectivos es el de soberanía. Como se sabe, antes de la revolución, el titular de la soberanía era el Rey, entidad simbólica que legitimaba una relación de tipo contractual entre el Estado y la sociedad. Pero este modelo de estruc-turación política se sustentaba sobre un conjunto de principios, tradiciones y códigos culturales cuya funcionalidad sólo fue reconstituida por intermedio de profundos cambios que afectaron las relaciones sociales, políticas y económicas. Más aún, estos procesos fueron el resultado de movimientos políticos y sociales de tipo endógeno, consecuencia de las contradicciones internas de ambas sociedades y de la voluntad política de actores colectivos poseedores de una intencionalidad ideológica que orientaba sus acciones.

La trayectoria de la revolución en Hispanoamérica fue distinta. En primer lugar la crisis que afectó al centro de la soberanía imperial en España fue consecuencia de la invasión napoleónica y no de la iniciativa interna de fuerzas sociales, ni el resultado de movimientos políticos revolucionarios o reformistas. De hecho, los sucesos de Bayona, la abdicación de Fernando vii y su renuncia al trono fue interpretada por el pueblo español y por los "criollos" americanos como una "traición". La quiebra del modelo imperial sería entonces el resultado de una peculiar combinación de pacto y ruptura, de reforma y revolución. En suma, de un constitucionalismo histórico que apeló más a los elementos de continuidad que de ruptura.

El epílogo de este proceso fueron las Cortes de Cádiz y la Constitución liberal que emanó de su seno. Pero en Hispanoamérica el derrotero de la revolución tuvo una trayectoria diferente y atravesó diversas fases. En un primer momento y siguiendo la dinámica del resto del continente se manifestó el rechazo al invasor francés y se expresó el apoyo al Rey cautivo. Pero en realidad, esta inicial actitud pronto reveló la estrategia de vastos grupos de criollos —Santa Fe de Bogotá, Buenos Aires, Santiago, Quito, Chuquisaca, Cuzco— para camuflar su espíritu separatista que luego desembocaría en las guerras por sus independencias. Y este es el punto de quiebre entre el virreinato peruano y el resto de América.

Efectivamente, una sumaria revisión en la conducta política de las élites peruanas durante este periodo podría proporcionar pistas útiles para conocer no sólo los proyectos de gobernabilidad que entonces se formularon, sino también, y esto es lo más importante, el pensamiento político implícito en los mismos y el modo en que éstos fueron sedimentándose entre los distintos grupos sociales y actores colectivos de la época. Además, ayudaría a comprender también la naturaleza social del proyecto de gobernabilidad republicano que finalmente se impuso y los antecedentes ideológicos que le fueron inherentes.

Son tres las coyunturas en las que es posible identificar otros tantos proyectos de gobernabilidad entre las élites peruanas. Y qué mejor espacio para su estudio que la prensa doctrinal de la época.31 En efecto, a raíz de la libertad de imprenta sancionada en las Cortes de Cádiz en abril de 1811, en el Perú se desencadenó una verdadera "fiebre editorial". La primera etapa recorre los años que van de 1811 a 1814. Una atenta lectura de los contenidos presentes en los diferentes periódicos de esta época sugiere la existencia de proyectos de gobernabilidad de tipo contractual bajo el manto constitucional del liberalismo gaditano, pero sin que esto afecte el aspecto medular de la soberanía de España sobre el virreinato peruano. Este es el origen de la reiterada acusación de "fidelismo" por parte de las diferentes narrativas históricas sobre la emancipación hacia las élites peruanas de la época.

Lo que interesa aquí es explicar esta conducta. En primer lugar, quienes redactaban los principales artículos de contenido político eran en su gran mayoría intelectuales provenientes de profesiones liberales (abogados, médicos y publicistas).32 Es decir, no existían miembros efectivos de la clase propietaria, salvo Manuel Salazar y Baquíjano y José Baquíjano y Carrillo. De modo que estamos frente a intelectuales orgánicos al sistema que apostaban por una reforma política más que de su liquidación. Hipólito Unanue, Fernando López Aldana, Diego Cisneros, José Joaquín de Larriva y Félix Devoti en ningún momento fueron más allá de exigir el fiel cumplimiento de la Constitución de Cádiz. Y no tenían por qué hacerlo. Ocurre que su pensamiento político y su propia identidad estaban íntimamente ligados y era el resultado del funcionamiento del sistema de dominio colonial español aún intacto.

Entonces, no se trata de preguntar por qué no apostaron por la Independencia, sino explicar su adhesión a un sistema constitucional que se les presentaba como una oportunidad propicia para acceder a los más altos cargos políticos y en abierta disputa con el mayoritario sector de la clase dominante de la época que se identificaba con los intereses del Estado colonial español.

El retorno de Fernando vii al trono en 1814 y la reinstauración del absolutismo hasta 1820, además de fortalecer a los sectores más adictos al sistema de dominio colonial, significó un duro vuelco emocional para estos reformistas. Sólo entonces empezaron a contemplar la posibilidad de un gobierno autónomo. Para entonces ya se habían producido las rebeliones de Huánuco (1812) y del Cuzco (1814), movimientos en los que el liderazgo criollo había sido rápidamente rebasado por las masas indígenas. Nunca como entonces la violencia de las masas indígenas que siguieron a Túpac Amaru ii se convirtió en una obsesión que los dejaba a la deriva y con pocas posibilidades de elaborar una alternativa intermedia.33 A este respecto, la biografía intelectual y política de Manuel Lorenzo de Vidaurre es quizás la más emblemática.

Sin embargo, en el resto del continente americano, la revolución seguía inexorable por intermedio de dramáticos hechos políticos y militares, derrotas, avances y retrocesos. Para 1820, sólo el Perú permanecía bajo el férreo dominio español. Casi 200 años después, uno no puede dejar de imaginar el modo en que estos acontecimientos modificaron o acentuaron las convicciones ideológicas, los temores y desaciertos de personajes como José Faustino Sánchez Carrión, José de la Riva-Agüero o Hipólito Unanue. Sólo entonces se produjo el desgarramiento interno y la mutua oposición entre un sector de la élite criolla reformista, que luego se convirtió en republicana, y los verdaderos miembros de la clase propietaria. Así, sería este último grupo social el que concibió que su futuro estaba irremediablemente ligado al destino del Estado colonial español.34

Desde 1820, con el arribo de la Expedición Libertadora, hasta 1824, con la batalla de Ayacucho, el virreinato peruano asistió a una guerra civil en la que un gran porcentaje de su población se alineó bajo las banderas del Rey. Durante estos decisivos años, las percepciones políticas de los diferentes grupos sociales que componían la sociedad peruana estuvieron fuertemente sujetas a violentas alteraciones ideológicas.

Como ya señalé líneas atrás, las clases populares urbanas tuvieron plena participación en el escenario social de la lucha de clases para consolidar la Independencia. Se movilizaron y ejercieron una sistemática violencia en contra de los españoles y en general de toda la oposición civil prorrealista. Organizadas como milicia popular durante el Protectorado (1821–1822) y orientadas bajo la autoritaria dirección de Monteagudo, los "cuerpos cívicos" fueron la expresión política y el brazo armado de los dominados y explotados de las ciudades.

El espacio rural presenta un cuadro mucho más complejo. Aquí estamos frente a un lento pero efectivo proceso de reconstitución del imaginario político, afianzamiento de los intereses locales, profunda segmentación de las lealtades étnicas y la relativa autonomía de los "pueblos" para negociar su adhesión a los diferentes caudillos civiles y militares.

Personajes éstos que ejercieron el poder real durante las primeras décadas de la República por intermedio de una compleja red de alianzas y negociaciones. Y es sobre este escenario social que debe estudiarse los proyectos de gobernabilidad del temprano s. xix. Una sociedad profundamente militarizada, con una cultura política fuertemente disgregada por efecto de las permanentes guerras civiles y el desorden institucional que siguió a la Independencia.

Más aún, lo que llama la atención ya no es este panorama aparentemente desolador y fragmentado, sino que este proceso no haya conducido a un efectivo cercenamiento del territorio. Por ejemplo, durante la Confederación Perú-Boliviana o con motivo de los grandes levantamientos populares de dimensión nacional acaecidos los años 1834, 1854-55, 1865 y 1894-95.35

De esta forma, el contenido teórico de la gobernabilidad tiene que incorporar el análisis y el papel de una figura clave de la temprana República y común para toda Hispanoamérica: el caudillo. Probablemente uno de los principales actores de un complejo sistema político y sobre el cual aún conocemos muy poco.36 En efecto, consolidada la Independencia y posterior al cese de la influencia bolivariana, lo que se observa es el inicio de una práctica luego convertida en tradición en la historia política de la República: los golpes de Estado encabezados por los caudillos.

El fenómeno caudillista se asemeja a la imagen de una pirámide. En la cima, la presencia de un caudillo "regional" que se sostiene por una red de alianzas que a su vez se reproduce hasta la base. En ella se cobija un conjunto de intereses de fuerte contenido "localista" y en donde la dimensión nacional apenas sirve para legitimar la intervención de éstos en las disputas por acceder al control de un Estado al que se concibe más como un espacio de enfrentamiento que como el centro de la gober-nabilidad. De aquí se deriva la enorme importancia que tenía la designación de los "prefectos" luego de producirse un "golpe" de Estado.

No deja de ser curioso y cruel el contenido empírico con que se gestó la gobernabilidad luego de la Independencia: la "venganza" de los pueblos que desde entonces impusieron las pautas al proceso político republicano. A la inicial confusión ideológica que antecedió a los orígenes del Estado republicano, pronto le sobrevino una profunda dispersión ideológica entre los pueblos y las regiones, que entonces podían actuar libremente imponiendo a su participación política dimensiones reivindicativas que desafiaban todo intento por consumar el idealismo republicano, la soberanía territorial y la obediencia política que reclamaban los textos constitucionales.


* * *


Aunque el Perú no ha producido a un Domingo Sarmiento y su clásico Facundo, en cambio tenemos La Iniciación de la República de Jorge Basadre, extraordinario fresco social y político de un siglo xix profundamente impregnado de una violencia estructural, de la permanente beligerancia y movilización de los "pueblos", de un sorprendente crecimiento demográfico indígena y, con ello, la configuración de un país eminentemente rural, indígena y mestizo.

Un país que ingresaba deslumbrado al concierto de Estados libres e independientes, una comunidad que cargaba sobre sus hombros las pesadillas coloniales y anunciaba las promesas y utopías republicanas. Y esa es precisamente la imagen que destila de La Iniciación de la Republica: descomunal ensayo histórico que intentó condensar la transición política y social entre Colonia y República,37 un texto en el que Basadre, por primera vez, proyectó con trazos sólidos, el complejo protagonismo de un conjunto de caudillos, verdaderos centauros de la guerra, personajes en los que se enfrentaban el alboreo misticismo republicano y los residuos del cinismo colonial, galería de figuras personificadas en nombres propios como Gamarra, Santa Cruz, Salaverry y Castilla. Imágenes tamizadas con el polvo de las "puebladas", del cierra puertas de las ciudades, del imperio de la cruz, el sable, la pólvora y el eco "formal" de las constituciones.

Así, esas primeras décadas posteriores a la Independencia aún aguardan a nuevos historiadores. Monografías que necesariamente tendrán que desarrollar las pinceladas y las líneas de investigación que Basadre anunció en La Iniciación de la República. Épocas en que "Las revoluciones y el caudillaje abrieron los más efectivos conductos para la ascensión social".38 Más aún, para Basadre aquel periodo estuvo caracterizado por un espíritu "lleno de color y energía",39 en donde "la carrera militar traía la ventaja de llevar a los más altos cargos públicos. Se puede decir que entonces el militar representaba el papel primario que anteriormente había desempeñado el sacerdote y que en nuestra época representa el hombre de negocios".40

Basadre resume estos iniciales años de la República con el siguiente enunciado sintético: "Caudillaje versus Constituciones".41 Principio aparentemente contradictorio pero que, sin embargo, adquirió cierta funcionalidad por efecto de un modelo de transición en el que se superponían conflictos sociales, económicos, étnicos irresueltos y formas ideales de organización política. O para expresarlo en los mismos términos de Basadre: "el caudillaje es, pues, la adaptación tropical de la democracia. Es también la venganza de la realidad contra los cánones rígidos que se quiere trasplantar de tierras ultramarinas, o de libros enfáticos. En vano se suceden las Constituciones con modificaciones intrínsecas, más o menos trascendentales: el caudillaje persiste con sus revoluciones, su fatal secuela".42 ¿No es esta una cruda épica con la que la histo-riografía sobre la República aún está en deuda?

Esa imagen de un siglo xix a la "deriva" y que fuera alegremente levantada por la historiografía de los setenta y que adormeció la imaginación de varias generaciones, también fue testigo del humor corrosivo de Pardo y Aliaga, quien llegó a exclamar en su obra Constitución Política: "¡vaya una República!"; que también motivó la airada y documentada protesta de un conservador como fue José María de Pando, quien publicó Reclamación de los vulnerados derechos de los hacendados de las provincias litorales del Departamento de Lima (1833), quizá la más seria impugnación a los excesos cometidos en contra de la aristocracia colonial limeña por parte del breve pero real radicalismo republicano de la Independencia. Fueron esos los años en que, siempre siguiendo a Basadre: "los locuaces criollos de las ciudades tenían que rotar alrededor de los generales serranos".43

¿Cómo explicar entonces el ascendiente y magisterio que ejerciera Bartolomé Herrera, quien desde el púlpito y el reformado colegio Carolingio invocaba el providencialismo de la soberanía de la inteligencia, el respeto a la tradición, el orden y la autoridad? ¿O el desencanto y la vigorosa denuncia de Juan Espinoza —ex soldado de las guerras de la Independencia— por la traición a los ideales republicanos? ¿O el breve liderazgo del acaudalado propietario Domingo Elías, "el hombre del pueblo", encumbrado por la plebe durante "la semana magna", pero que tuvo que abdicar ante el resplandor de las bayonetas y la autoridad militar de Castilla?

Será necesario volver a revisar y releer lo escrito por Basadre, recibir la posta y el encargo que, a su tiempo, otras generaciones lo hicieron con tonos y ritmos diferentes, ponderar sus sentencias y ejercitarnos con nuevas interpretaciones, dejar de lado cierto tipo de angustias y fijaciones coloniales. Saber vivir con decoro en este "tiempo de plagas" y perversiones sistematizadas.

De modo que aquí, no hay que torcer la mirada ni convertir el pasado en un desván para justificar el presente. Después de todo, nosotros también somos personajes transitorios, habitantes de un país cuyo movimiento acelerado parece empeñado en desafiar la imaginación y el entendimiento.



Ciudad Universitaria, noviembre de 2002



NOTAS

* Texto introductorio a la reedición de "La Iniciación de la República", Lima: Fondo Editorial UNMSM, 2002.

1 Historiador. Jefe de la Oficina General de Relaciones Públicas (UNMSM).

2 Jorge Basadre, La Iniciación de la República (tomo primero), Lima, 1929, p. x.

3 La Iniciación de la República, tomo segundo, p. iv.

4 Ibíd.

5 Jorge Basadre, La Iniciación de la República, tomo segundo, Lima, 1930, p. v.

6 Jorge Basadre, Elecciones y centralismo en el Perú, 1980.

7 Jorge Basadre, Iniciación de la República, tomo segundo, p, v.

8 Jorge Basadre, La vida y la historia, 1975.

9 Jorge Basadre, El azar en la historia y sus límites, 1973.

10 Jorge Basadre, La Iniciación de la República, tomo segundo, Lima, 1930. p. iii.

11 Jorge Basadre, La vida y la historia, pp. 557-558.

12 Ibídem, p. 558

13 Ibíd., p. 560.

14 Ibíd., p. 534.

15 Ibíd., p. 625.

16 Ibíd., p. 627.

17 Ibíd., p. 635.

18 Jorge Basadre, La vida y la historia, p. 636.

19 Jorge Basadre, La vida y la historia, pp. 636-637.

20 Aquí utilizo el concepto de gobernabilidad en un sentido histórico; es decir, ubico el concepto en su contexto temporal y espacial, tal como lo entendieron los actores colectivos e individuales de la época. En este sentido, la gobernabilidad republicana alude a los proyectos de gestión estatal, a su contenido ideológico inherente, a las concepciones sobre la institucionalidad, los instrumentos de que se valieron, los proyectos de sociedad y los mecanismos que se diseñaron para llevar adelante el ideal republicano. Es claro que en este esquema se debe distinguir entre las formulaciones teóricas y el modo concreto en que se desarrollaron los diferentes gobiernos posteriores a la Independencia. Por otro lado, la gobernabilidad es un concepto cuyo contenido teórico es relativamente nuevo en la teoría política; una línea de investigación sugiere que cuando se habla de gobernabilidad se debe contemplar la eficacia y la funcionalidad del mismo; es decir, su aspecto positivo y una mínima sincronización entre la teoría y la práctica. Aún cuando el debate sobre este concepto es vasto, en el presente ensayo trato de distinguir entre lo que debió ser la gobernabilidad en los inicios de la República, y lo que realmente fue.

21 Véase el trabajo de Brian Hamnett, La política contrarrevolucionaria del Virrey: Perú, 1806–1816, Cuaderno de Trabajo, IEP, Lima, 2000. También el libro de Jhon Fisher, El Perú Borbónico, 1750–1824, IEP, Lima, 2000. Sobre todo el capítulo vi: “Fidelismo, patriotismo e independencia”.

22 Heraclio Bonilla, Metáfora y realidad de la Independencia en el Perú, IEP, Lima, 2001.

23 Nohemí Goldman, Revolución, República, Confederación, Ed. Sudamericana, Bs. As. 1998.

24 Juan Pedro Paz Soldán, Cartas históricas, Lima, 1920.

25 Gustavo Montoya, “Protectorado y Dictadura: la participación de las clases populares en la Independencia del Perú y el fantasma de la Revolución”. En Socialismo y Participación, N.º 89, Lima, 2000.

26 Antonio Anino, Cádiz y la revolución territorial de los pueblos mexicanos 1812–1821, Buenos Aires, FCE. 1995.

27 Antonio Anino, Soberanías en lucha, Madrid, Ed. Ibercaja. 1994.

28 Gabriela Chiaramonti, Andes o nación: la reforma electoral de 1896 en el Perú, Buenos Aires, FCE. 1994.

29 Un libro fundamental que discute este aspecto del primer “constitucionalismo” republicano y propone una interpretación histórica es el del historiador Cristóbal Aljovín de Losada, Caudillos y constituciones: Perú 1821–1840. Lima, PUC-FCE, 2000.

30 Entiendo por “legitimidad contemplativa” a la existencia de un consenso activo y/o una mayoría suficiente en la sociedad civil con respecto al régimen realmente existente. Este aspecto de la historia política republicana es objeto de un ensayo inédito y de próxima publicación.

31 Asención Martineze Riaza, La prensa doctrinal de la Independencia del Perú, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1985.

32 Carmen Mc Evoy, Seríamos excelentes vasallos, y nunca ciudadanos: Prensa republicana y cambio social en Lima (1791–1822). Texto inédito y próximo a publicarse. Mi agradecimiento a la autora que me permitió consultar su trabajo antes de que sea publicado.

33 Gustavo Montoya, Narrativas históricas en conflicto. La Independencia del Perú: 1808–1824, Lima, Ed. Seminario de Historia Rural Andina, UNMSM, 2000.

34 Gustavo Montoya, La Independencia del Perú y el fantasma de la revolución, Lima, IEP-IFEA, 2002.

35 Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 1976.

36 Una excepción es el libro de Charles Walcker, De Túpac Amaru a Gamarra. Cusco y la formación del Perú Republicano.

37 Con respecto al debate entre república y monarquía, Basadre escribió en La Iniciación de la República: “[...] es curioso constatar que mientras, por lo general, los escritos a favor de la República tienden a enlazarse con la filosofía y el derecho, los escritos a favor de la monarquía, entre nosotros, tienden a basarse en consideraciones sociológicas”, p. 33. Y con respecto al proyecto republicano de José Faustino Sánchez Carrión afirmó: “[...] su optimismo está en sus ideales, no está en las realidades. Por lo mismo que no tiene un concepto óptimo sobre lo que es el Perú, ataca la Monarquía”, p. 34.

38 Jorge Basadre, La Iniciación de la República, tomo primero, p. 82.

39 Ibídem., p. 112.

40 Ibíd., p. 88.

41 Ibíd., p. 123.

42 Ibíd.

43 Ibíd., p. 125.

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